En su más reciente actualización del World Economic Outlook, el Fondo Monetario Internacional (FMI) recortó las estimaciones de crecimiento de PIB de América Latina para 2019 y 2020.
Para el presente año el pronóstico de crecimiento del PIB bajó 0,8 % y pasó de 1,4 % a 0,6 %. Para 2020, la reducción de la estimación fue de 0,1 % y pasó de 2,4 % a 2,3 %.
“La considerable revisión a la baja para 2019 refleja las rebajas de las calificaciones crediticias de Brasil, donde el ánimo se ha deteriorado notablemente dada la persistente incertidumbre acerca de la aprobación de la reforma de las pensiones y otras reformas estructurales, y México, donde la inversión sigue siendo débil y el consumo privado se ha desacelerado, como resultado de la incertidumbre en torno a las políticas, el deterioro de la confianza y el aumento de los costos de endeudamiento”, dijo el FMI.
La entidad añade que la economía de Argentina se contrajo en el primer trimestre del año, aunque a un ritmo más lento que en 2018. Mientras que la proyección de crecimiento de Chile se ha revisado a la baja ligeramente, tras un desempeño económico más débil de lo esperado al comienzo del año, pero se prevé que repunte en 2020 gracias a la adopción de políticas más acomodaticias.
“La profunda crisis humanitaria y la implosión económica en Venezuela siguen teniendo un impacto devastador, y se prevé que la economía se contraiga alrededor de 35 % en 2019”, añade el FMI.
En materia inflacionaria, el FMI considera que la reciente desaceleración de inflación en las economías emergentes ofrece a los bancos centrales la opción de aplicar una política más laxa, especialmente en los casos en que el producto es inferior al potencial y las expectativas de inflación están bien ancladas.
“La deuda ha aumentado rápidamente en muchos países. Por lo tanto, la política fiscal debería centrarse en contener la deuda, dando prioridad al mismo tiempo a las necesidades de gasto social y en infraestructura por encima del gasto ordinario y los subsidios mal focalizados”, agregó.
Finalizó diciendo que las políticas macroprudenciales deben asegurar que las reservas de capital y liquidez sean suficientes para evitar cambios desestabilizadores en las carteras mundiales.
“Sigue siendo vital reducir al mínimo los descalces de monedas y vencimientos en los balances, en un momento en que la tónica de los mercados financieros puede virar rápidamente hacia la aversión al riesgo, así como asegurar que estas vulnerabilidades no entorpezcan la función esencial de amortiguación que cumplen los tipos de cambio flexibles”, concluyó.
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