El plan recientemente anunciado por el Gobierno mexicano para expandir la inclusión financiera debería llevar a una mayor participación financiera a largo plazo, pero alcanzar los objetivos finales del programa plantea desafíos significativos, dijo Fitch Ratings.
“Una mayor inclusión financiera es generalmente positiva para los sistemas financieros si se maneja con prudencia. Sin embargo, las medidas propuestas deberían ser en gran medida neutrales para los bancos y las instituciones financieras no bancarias en el corto plazo”, explicó.
El plan apunta a aumentar los préstamos de consumo en un 50 % en los próximos seis años.
Si bien aún no se han anunciado muchos detalles, las reformas específicas incluyen incrementar los préstamos hipotecarios, lo que permite a los trabajadores utilizar sus cuentas bancarias de nómina como fuente de pagos para todos los tipos de créditos y, con cualquier institución financiera, reducir la antigüedad mínima de las cuentas corrientes y aumentar el uso de servicios bancarios en dispositivos móviles y plataformas digitales.
Aunque las reformas apuntan principalmente al crecimiento de los créditos de consumo, también es un foco importante aumentar la inclusión financiera de las pequeñas y medianas empresas.
El plan promueve un mercado de valores más líquido y más profundo a través de la participación de las Administradoras de Fondos para el Retiro (Afore) en el mercado de recompra y un recorte de la tasa impositiva sobre las ganancias de la ofertas públicas de venta de un 35% para incentivar las ofertas de capital.
“Una mayor inclusión sería vista positivamente desde una perspectiva crediticia, ya que los bancos mexicanos se han rezagado con respecto a sus pares regionales en la penetración de crédito. Los aspectos positivos potenciales incluyen una mayor rentabilidad de los bancos debido a un mayor crecimiento y las eficiencias de las plataformas digitales”, comentó Fitch.
Sin embargo, mencionó que existen riesgos para un crecimiento del crédito en medio de la incertidumbre económica y en un entorno inflacionario.
El crecimiento en medio de una mayor competencia, en particular en los segmentos de la industria subvalorados/subprime, que resultan en el deterioro de los estándares de la calidad crediticia, sigue siendo un riesgo a la baja.
“Si el crecimiento no se gestiona con prudencia en las condiciones macroeconómicas actuales, el aumento de los costos crediticios podría afectar la rentabilidad y la capitalización”, indicó.
Objetivos de Gobierno de México
El objetivo de la nueva administración de alcanzar una penetración crediticia total del 50 % del Producto Interno Bruto (PIB) del 37 % en los próximos seis años es ambicioso, aunque alinearía más la inclusión financiera de México con Colombia y Perú, comentó la calificadora.
Además, dijo que aumentar la tasa de penetración de crédito en 1.300 puntos básicos requeriría una aceleración del crecimiento del crédito, que fue de 10,6 % interanual a noviembre de 2018.
El crédito/PIB total, en promedio, aumentó alrededor de 150 puntos básicos anuales en la administración anterior; la proporción de préstamos requeriría más de 200 puntos básicos por año durante los próximos seis años para alcanzar su objetivo.
Esta iniciativa también podría impulsar el crecimiento del crédito de las instituciones financieras no bancarias, ya que estas compañías son actores principales en la provisión de crédito privado en México.
Los modelos de negocios especializados de estas, dirigidos principalmente a los sectores y regiones no bancarizadas que normalmente son desatendidos por los bancos, respaldan la importancia de estas entidades para cumplir los objetivos de inclusión financiera.
“Los bancos mexicanos parecen estar adecuadamente capitalizados para financiar tasas de crecimiento más altas, mientras siguen absorbiendo los costos del aumento de las inversiones en tecnología”, puntualizó.
Añadió que el gasto de fintech ha sido una estrategia central cada vez más importante para mejorar la inclusión financiera.
El gasto de fintech apoya los fundamentos crediticios de los bancos calificados por Fitch en el mediano plazo, bajo el supuesto de que conduce a mayores eficiencias, reduce los riesgos cibernéticos y nuevos productos y servicios.
Las calificaciones bancarias actuales toman en cuenta el mayor gasto en tecnología y la normalización esperada o el deterioro moderado de la calidad crediticia.