Por: José Caballero y Santiago Pinzón
La competitividad digital implica el papel central de las nuevas tecnologías en la transformación de los procesos del gobierno y las empresas, así como en la forma en que interactúa la sociedad en general. Por tanto, dicha competitividad refleja la adopción de nuevas tecnologías para proporcionar soluciones que conduzcan a la creación de valor agregado a largo plazo. Vea más sobre Empresas.
Tales soluciones pueden ser, por ejemplo, el desarrollo de un proceso innovador que permita a las empresas mejorar sus servicios a los clientes. La creación de valor, en el último ejemplo, puede surgir de la mejor comprensión de una organización sobre las necesidades de sus clientes y / o del valor de su producto para los clientes. En cualquier caso, la creación de valor aporta beneficios a largo plazo a todas las partes interesadas.
Las perturbadoras condiciones de la pandemia durante el último año y medio obligaron a muchas empresas sin importar el tamaño o sector a experimentar un cambio en sus modelos de negocio. Dicho cambio requirió agilidad, impulsar una nueva mentalidad, flexibilidad y velocidad para responder a grandes retos y a las nuevas oportunidades que ha traído la transformación de las relaciones que permiten el inicio real de procesos de adopción y adaptación de las nuevas tecnologías para mejorar la calidad de vida y la productividad.
Estamos ante un reto y oportunidad sin precedentes, para crear las bases de una nueva economía consciente, responsable, sostenible, incluyente y digital. En esta, el desarrollo de los individuos debe ser estratégicamente central para que estén más conectados y puedan vivir más fácil, para que cuiden el planeta y puedan tener mayores posibilidades de consumo y producción.
Al mismo tiempo, las empresas y gobiernos tienen nuevas oportunidades para dar un salto en innovación, eficiencia, productividad, transparencia, conocimiento del negocio y acceso a nuevos mercados.
En este contexto, la preparación futura en relación a la digitalización, en particular el nivel de adaptabilidad tecnológica de la sociedad y agilidad empresarial es de suma importancia. Dicha preparación, de manera importante, depende en parte de la eficacia de la gestión del talento y de la producción y adquisición de conocimiento dentro de un ecosistema propicio para la innovación. De hecho, estudios académicos destacan la prominencia de la preparación, el talento y el conocimiento.
Es importante señalar que países con alto nivel de competitividad digital abordan el proceso como un proyecto a largo plazo y en su gran mayoría evitan politizarlo. En otras palabras, los países exitosos digitalmente emprenden la digitalización no como un elemento para popularizar durante un ciclo electoral, sino como un proceso sistemático y vital para la viabilidad sostenida de sus economías. Los resultados de dicho proceso toman tiempo y por lo tanto los gobiernos que lo adopten no puede utilizarlos como un beneficio electoral. Para garantizar el éxito futuro del proceso, los gobiernos centran sus esfuerzos en fortalecer la sostenibilidad del ecosistema digital. Lo hacen priorizando tres elementos interconectados: la proliferación del emprendimiento y las PYMES en la economía, la gestión eficaz del talento y un adecuado sistema de innovación.
El elemento de las PYME y el espíritu empresarial es fundamental porque contribuye en gran medida al avance de la digitalización mediante la provisión de productos novedosos y la creación de empleo, que en última instancia impulsan la competitividad digital a través de la innovación. El componente de gestión del talento proporciona el entorno en el que se pueden desarrollar y / o adquirir las competencias y capacidades necesarias para el fortalecimiento de dicha competitividad. En este sentido, el alineamiento entre la estrategia del desarrollo de talento y las demandas del mercado laboral han sido fundamental para países en la punta de la competitividad digital.
Por su parte, el elemento del sistema de innovación es esencial para la competitividad porque proporciona la estructura y las redes (por ejemplo, “science parks”) dentro de las cuales se genera el conocimiento necesario para desarrollar nuevas tecnologías. En este contexto, las instituciones y las políticas gubernamentales eficaces, así como las alianzas público-privadas dinámicas, a nivel nacional y especialmente regional y local impulsan significativamente el desarrollo y el fortalecimiento del ecosistema al proporcionar un marco de estabilidad y continuidad (por ejemplo, regulación que facilita la inversión en I+D) a partir del cual evoluciona la estrategia digital en general.
Los países en busca de una mayor competitividad digital deben entonces enfocar sus esfuerzos en reforzar el ecosistema digital. Dichos esfuerzos no deben ser abarcados para obtener beneficios a corto plazo, sino que deben ser diseñados para construir una economía digital sostenible la que beneficie a toda la población.
Utilizando un término de aviación y pensando en lo que sigue para Colombia, se debe aprovechar entonces el “viento de cola” que genero lo vivido en 2020 y lo que va en este 2021 para acelerar y fortalecer la implementación de la propuesta de la ANDI denominada “Colombia, un País Digital”. Lo anterior por cuanto desde 2016, cuando se crea la Vicepresidencia de Transformación Digital, se viene trabajando sistemáticamente en una visión a largo plazo como Nación Siglo XXI de manera que llegue la transformación y se mejore la competitividad digital del país.
Par ese propósito se han propuesto 5 ejes estratégicos:
- Conectividad Digital: para avanzar en el despliegue de infraestructura de redes y en el acceso a los servicios de telecomunicaciones en condiciones de calidad.
- Gobierno Digital: para la transformación digital del gobierno y la mejora de los servicios públicos
- Ecosistema Digital: para dinamizar la oferta de servicios y contenidos digitales en el país, y aumentar los niveles de innovación digital
- Talento Digital: para desarrollar el talento que requiere el país en el contexto de la nueva economía.
- Economía Digital: para acelerar la digitalización de los hogares y empresas, y para masificar el comercio electrónico y las transacciones digitales en el país.
El sector empresarial por su naturaleza es un agente de cambio permanente y por consiguiente un aliado esencial para lograr que un país, una sociedad y sus individuos se pueden adaptar más rápidamente a un desarrollo moderno, incluyente y sostenible.
Por esto mismo se debe trabajar en la transformación digital de las organizaciones, de manera que sean agiles y que de manera continua trabajen también en al menos 5 factores fundamentales: Liderazgo, Cultura, Tecnología, Optimización de procesos, Talento, Regulación y desregulación Inteligente. Todo lo anterior nos permite pensar en grande y cuando hablamos de esto nos encontramos con el ranking de competitividad digital del IMD (WCCR por sus siglas en inglés) el cual presentó sus resultados hace unos días en el cual Colombia mejoró y ganó 2 puestos comparado con el año anterior, ubicándose ahora en el puesto 59 entre 64 países. El ranking lo lidera Estados Unidos, Hong Kong, Suecia. En Latinoamérica, Chile, Brasil, México, Perú y Colombia.
Desde la ANDI se busca que a 2025 Colombia este en el TOP3 del WCCR de Latinoamérica lo que exige fortalecer el trabajo articulado al interior del Gobierno, de desarrollar y evaluar las políticas actuales en un contexto a largo plazo y lograr el mejor trabajo en equipo con el sector privado.