Por: María Camila Bernal, Vice President Sustainable Finance and ESG Analysis and Advisory Hispanic Latam
La temperatura del mundo se viene incrementado a cifras que nos acercan peligrosamente al punto de no retorno y aumentan la creciente amenaza de fenómenos climáticos abruptos, -como el deshielo de los polos, el incremento del nivel del mar, el aumento de la deforestación, tiempos prolongados de sequía, entre muchos otros-, los cuales, según la OCDE, tienen el potencial de afectar al 68% de la población del mundo.
En el caso de Colombia, que a pesar de contribuir con menos del 1.5% a las emisiones globales, constantemente se enfrenta a las consecuencias del cambio climático, en especial, a los fenómenos del niño y la niña caracterizados por los excesos de lluvia y sequía.
Se le suma a esto, los múltiples desastres naturales que generan, los cuales han afectado a los sectores productivos del país, poniendo en peligro la seguridad alimentaria, expuesto al 90% de los habitantes a dos o más amenazas naturales, e impactan cerca del 4% del PIB del país, según estimados del Ministerio del Medio Ambiente.
Este panorama, aunque poco alentador, ha llevado a que Colombia tenga como objetivo reducir en un 51% los gases de efecto invernadero para el 2030[1] y alcanzar cero emisiones netas para 2050[2].
Para lograr este objetivo debe haber una estrecha colaboración entre varios actores, frente a estrategias como la energía renovable, la movilidad sostenible, la gestión del agua y la protección de la biodiversidad, entre otros.
El país ya impulsa estos ejes de trabajo a través de mecanismos como la taxonomía verde, el Plan Nacional de Desarrollo y la Política Nacional de Cambio Climático.
Si bien estos esfuerzos han sido enfocados en la mitigación del cambio climático, lo que la realidad del mundo nos demuestra es que cada vez es más necesario complementar este enfoque mediante el fortalecimiento de la adaptación a este fenómeno, pues solo así se podrán limitar sus impactos.
Para ello, -y teniendo en cuenta que la adaptación al cambio climático requiere entre 1 y 3 miles de billones de dólares al año entre hoy y el 2030[3]-, el sector financiero está desempeñando un papel fundamental al movilizar el capital a los sectores que necesitan de inversión; desarrollar productos financieros que promuevan la resiliencia climática; y apoyar a las organizaciones en sus estrategias de adaptación para un clima cambiante.
Tenemos mucho por hacer, estamos en un momento clave para afrontar con éxito el desafío del cambio climático, y para ello, se requiere la participación de todos. Necesitamos proponer metas basadas en la ciencia, medibles y progresivas en el tiempo; financiar iniciativas verdes; y desarrollar marcos que faciliten e impulsen la consolidación de una economía más limpia y sostenible.
Sin duda no es una tarea fácil, pero lo importante es avanzar.
[1]Ministerio de Ambiente y Desarrollo sostenible
[2] Banco Mundial
[3] Banco Mundial
