En entrevista con la revista Bocas del diario El Tiempo, el ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, dio algunas puntadas de temas como la Junta Directiva del Banco de la República, la Ley de Financiamiento y la reforma pensional.
Estos son los principales apartes de la entrevista:
¿Por qué un profesional decide dejar de ganar mucho dinero en oficinas de asesoría privadas y se va a devengar un salario público repleto de descuentos?
Por afecto al presidente. Es una apuesta por la visión de futuro que tiene él de este país. Nosotros los latinos hacemos las cosas así, más emocionalmente que por cuestiones de dinero.
Uno entiende eso de la pasión una vez, ¡pero esta es la segunda vez que se le mide al ‘chicharrón’ del ministerio de Hacienda!
Volver a ser ministro de Hacienda fue una decisión dura, porque el tiempo personal y la tranquilidad se reducen dramáticamente. Pero a veces uno tiene que montarse en el barco cuando cree en el rumbo que toma y hacer sacrificios justificados, pues estamos haciendo cosas valiosas. Aquí se trabaja con intensidad, pero internamente el ministerio es un paraíso; nos acabamos de ganar un premio Great Place To Work y tenemos una mezcla espectacular de personas con gran experiencia, profesionales muy jóvenes y gente que va por la mitad de su carrera, todos con mística.
¿Cuál de las dos películas ha sido más compleja en argumento, Carrasquilla I o Carrasquilla II?
Fue más compleja la primera etapa como ministro. La situación económica era grave: acabábamos de salir de una crisis terrible, teníamos absolutamente cerrado el acceso al crédito, superábamos la peor recesión económica en setenta años y el sistema financiero estaba golpeado. Era como administrar un almacén en quiebra. Esta vez la economía no ha crecido bien y tenemos problemas de empleo y endeudamiento, pero, comparado con el 2002, esto es un juego de niños.
La oficina está repleta de retratos de exministros de Hacienda. ¿Cuál es su favorito?
Don Esteban Jaramillo, varias veces ministro de Hacienda, responsable de haber traído al país muchos conceptos de modernización tributaria. Me honra estar sentado en su misma butaca.
¿Le incomoda que su esposa también tenga despacho en el gobierno?
No, ella está muy contenta en una tarea de interacción entre el sector público y privado. Si ella está contenta, yo estoy contento.
Cuando llegan a casa, en la noche, ¿hablan de trabajo?
No le voy a negar que hablamos un poquito de cosas de trabajo, porque, al final del día, no solo somos matrimonio, sino que somos colegas, pero generalmente los temas son otros.
¿Cuál de ustedes dos dispone de la hacienda privada, de las cosas del hogar?
Es un trabajo coordinado en el que a mí me toca todo el flujo corriente y ella maneja el stock de capital.
Hay un pendiente que siempre prometen los ministros de Hacienda: quitarle los tres ceros al peso. ¿Por qué ninguno, incluido usted, ha podido hacerlo?
Es un proyecto difícil y los países que lo hacen generalmente atraviesan una crisis, después de superar, por ejemplo, la hiperinflación. No es nuestro caso. Incluso tenemos varias generaciones de mantener controlada la inflación. Soy partidario de suprimir esos ceros y hay oportunidades simbólicas: vienen los cien años del Banco de la República y vivimos el contexto del Bicentenario. Un futuro con menos ceros es mejor que un futuro con tantos ceros.
Si estuviera en sus manos decidir el diseño de un billete nuevo, ¿a quién pondría allí?
A Luis Carlos Galán, porque nos puso a soñar a todos con una Colombia mejor.
Digo que el salario mínimo es muy alto y no ven la otra pata: que es muy alto para el nivel de ingreso colombiano. Compárelo con el caso de otros países y quedará claro
¿Aún cree en la dolarización como posibilidad para el país?
Consideré la dolarización en alguna época, cuando estábamos pasando de tener un banco central dependiente a independiente, y tenía mis dudas de una fortaleza que el Banco de la República ya demostró con creces que tiene. Veía que las tasas de interés eran muy altas y que los países dolarizados las tenían más bajas, y no contábamos con un sistema financiero que pudiera prestar a veinte o treinta años. Me parecía una alternativa en su momento, pero el Banco sí funcionó, la inflación bajó, hoy emitimos bonos a treinta años sin ningún problema y los bancos comerciales prestan a tasas razonables para la gente.
¿Nuestros banqueros son razonables?
En ningún país del mundo los banqueros son populares. Mejor dicho: son populares cuando prestan e impopulares cuando cobran. Quienes reciben el préstamo se quedan calladitos; quienes tienen que pagar son más ‘alharacudos’. Nuestro sistema financiero ha crecido muy sanamente, con capital adecuado, con provisiones para sus carteras malas, y presta con prudencia. No quiero ni pensar lo que sería de un país como el nuestro sin la sólida banca que tenemos.
Dicen que usted es malito para girarles a los otros ministros, un tris tacaño…
Tengo unos colegas muy creativos y llenos de buenas ideas, pero no contamos con la plata suficiente para hacer todo lo que ellos proponen. Eso es más frustrante para mí que para ellos.
¿A qué proyectos o planes le ha dolido en el alma decir no?
Uy, casi que le puedo hacer una lista por orden alfabético. Cosas como la inversión en la planta física del ministerio de Defensa; está en condiciones tan deplorables, que el ministro Botero dice que pone una pelota encima del escritorio y rueda hasta el otro lado de la oficina. ¡Cómo me gustaría financiar una carretera de Villavicencio al Vichada!, para mover esa producción agropecuaria que es el futuro del país. Haría ya mismo un plan carcelario para resolver los problemas de infraestructura. Solucionaría el dolor de cabeza de aguas en ciudades como Valledupar o departamentos como Guajira…
Si es tan generoso y de espíritu tan abierto, ¿por qué mejor no fue ministro de Cultura?
Porque no me lo propuso el presidente, pero hubiera aceptado gustoso.
Dicen que tiene buen oído para la música. ¿Es de los que canta con los estilógrafos y los cepillos a manera de micrófono?
Hasta allá no llego, por tímido, pero soy un gran aficionado a la ópera. Hoy en día, gracias al trabajo esmerado de mi esposa, oigo vallenato. Me ayudó mucho Carlos Vives; él, con sus mezclas de ritmos, me pavimentó la carretera que va de la ópera al vallenato. Admiro profundamente la obra de Leandro Díaz y me atrae la manera en que la interpreta Ivo, su hijo. También me gustan los Hermanos Zuleta; Poncho Zuleta es un cantante fuera de serie.
¿Y le suena lo que dice el expresidente Uribe?
Totalmente. He tenido la fortuna de conocer mucha gente inteligente en la vida, incluso varios premios Nobel, pero la cabeza de Uribe es difícil de encontrar. Capta los problemas rápido y, a diferencia de la imagen que a veces tiene la gente, con él es muy fácil comunicarse. No es sencillo que cambie de opinión, pero lo hace, porque es una persona abierta al diálogo.
Pero él se opuso a muchas de sus propuestas, como la del IVA generalizado…
Sí, señor, porque veía que no era políticamente el momento y estaba convencido de que no se podía montar en ese tren, cosa que acepté con inmenso respeto.
¿Le parece atractiva la prima de Uribe?
Me parece una chica fatal.
Usted prometió que no iba a presentar una nueva reforma tributaria. Entonces, ¿cuándo arranca a vender empresas del Estado y cuándo saca a la venta el otro pedazo de Ecopetrol?
Los ciudadanos nos han hecho llegar el mensaje de que la tributación es muy difícil elevarla. Tenemos una sociedad que exige mucho, pero no quiere pagar impuestos, como pasa en otros países. Algunos estimativos señalan que anualmente necesitamos recaudar en tributación otros tres o cuatro puntos del Producto Interno Bruto, es decir, unos cuarenta billones más, y sé que algún día llegaremos a la sensata conclusión de que, para tener lo que queremos, hay que contribuir más.
¿Va a impulsar estas ideas desde el Banco de la República?
Ni el Banco se mete en esas cosas, ni yo me meto en el Banco. Trabajé muchos años en el Banco…
¿Quiere volver?
¡Vuelvo al Banco el último viernes de cada mes, en la mañana!
¿Es usted el que le pide al presidente apretarse el cinturón o él a usted?
Ninguno de los dos. Ambos estamos en el entendido de que atravesamos un momento de prudencia en el gasto. Él es economista de primer nivel y de inmediato entiende los conceptos de fuentes y usos. Él quiere el uso y confía en que le sugiera las fuentes para lograr lo que se propone. Busco en todos los rincones recursos, miro a ver si dejaron algo detrás de un libro o debajo de los sofás, y si le digo que no alcanza para el 100, sino para 30, él dice, ¡listo, me sirve el treinta!
¿Va a recortar la nómina oficial?
Nuestra nómina tiene controles legales, y es claro que el gasto en nómina debe crecer por debajo del crecimiento de la economía, para decirlo coloquialmente. Con buena intención, pero resultados negativos, generamos un universo de contratistas, una especie de nómina paralela en el sector oficial, y vamos adecuar la fuerza laboral a las necesidades reales de funcionamiento del Estado.
Una cosa es ser ministro de Hacienda y otra diferente es ser economista. Cuando al economista lo nombran ministro, debe hacer y defender cosas con las que no comulgaba. ¿Cuál es ese sapo que le ha tocado tragarse como ministro?
Esa pregunta se la contesto cuando deje el ministerio. Como dice la Quinta Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos: no respondo eso, porque me puedo autoincriminar.
¿Es mejor cocinero que parrillero?
Sí, ser parrillero es un oficio muy exigente. Tengo una parrilla Weber, de las redonditas, con carbón, y nunca uso gas.
¿Le gustan más los bonos que los pandebonos?
Cada uno me resuelve un problema diferente, ambos igual de importantes.
¿Qué mermelada compran en su casa?
El único que la usa es mi hijo: mermelada de naranja.
¿Menos narrativa y más biografías?
Ahora estoy leyendo más biografías. Hace poco me leí una que escribió Walter Isaacson sobre DaVinci, espectacular y muy recomendada. Descubre uno que DaVinci no era un genio, sino un ser humano curioso, con sus defectos y cualidades, pero siempre en la tarea de saber más.
Si fuera editor y le trajeran el manuscrito de la biografía de Alberto Carrasquilla, ¿cómo la titularía?
No sé, pero el título tendría que ver con dos aspectos fundamentales en mi formación: Chapinero y el inglés.
¿Qué ha sido más difícil, conquistar a su esposa o sacar adelante la ley de financiamiento?
La conquista fue difícil, porque había mucha competencia, pero ayudó mucho lo de preparar una buena sopa de tomate.
¿Qué va a hacer si se le cae la ley de financiamiento en la Corte Constitucional?
Es una discusión muy importante que va a darse en la Corte, pero los términos, lo que fue demandado, son asuntos de procedimiento, con una excepción, una sobretasa a los bancos, y definir si el Congreso tenía esa facultad de crearla. Es triste ver a una Corte Constitucional desgastarse en temas procedimentales, pero tenemos plan B, y C y D, porque estamos en Colombia, donde todo puede pasar.
¿La informalidad es el gran problema de la economía colombiana?
Sin duda. La productividad del país es muy baja, entre otras, porque en la informalidad no se da, y sin productividad no hay crecimiento. Los talleres automotrices informales, por ejemplo, deben tener hoy la misma productividad de hace cincuenta años. La informalidad paga cero impuestos, los problemas pensionales de cobertura se deben a que el sector informal no está ahorrando y las oportunidades laborales de los niños que nacen en una familia que vive de la informalidad son muy limitados, frente a niños cuyos padres están en el sector formal. Desde todo punto de vista, la informalidad es un obstáculo para el progreso.
Hoy aseguran que Colombia se ha vuelto una economía petrolera y dicen que antes fue cafetera. ¿Cuál sería para usted la economía a la colombiana que necesitamos?
Tenemos una economía razonablemente diversificada y, como ha dicho el presidente, urge que nos metamos a la cuarta revolución industrial, la de la economía del conocimiento, de la creatividad y de la inteligencia. Para allá va el mundo y tenemos que cambiar el chip de la educación. Es asombroso, pero tenemos estudiantes de administración de empresas o de economía, en Colombia, que no saben de programación de computadores. O ingenieros que no dominan las finanzas. En otras partes, eso sería impensable.
He tenido la fortuna de conocer mucha gente inteligente en la vida, incluso varios premios Nobel, pero la cabeza de Uribe es difícil de encontrar
¿Le convence al menos uno de los argumentos de quienes están en contra del fracking?
Comparto la tesis de que no se pueden tomar decisiones a la ligera, y por eso rechazo la idea de que aquí no podamos hacer programas piloto para evaluar el impacto del fracking. Los expertos hacen una recomendación sensata: ustedes tienen unos recursos valiosos, evalúen si se hace daño o no sacándolos. Para mí es inconcebible dejar enterrados multimillonarios recursos que necesita el país sin que hagamos pruebas y tengamos argumentos serios para tomar decisiones, sin saber si habrá impacto medioambiental, en acuíferos o en materia sísmica. Eso no es razonable.
¿Por qué los economistas en Colombia tienden a ser tan conservadores?
Cada oficio tiene su propio ADN, como el del periodismo colombiano, que tiene sus diferencias con el argentino o el español. Sucede lo mismo con la economía, donde nuestra generación tuvo profesores de carácter conservador y seguramente mis alumnos dirán lo mismo de mí. Así va surgiendo una especie de escuela de pensamiento colombiana, en términos económicos, que no es unánime, pero sí al menos predominante en quienes nos dedicamos al trabajo en el sector público. Hay muy pocas diferencias, si uno se pone a mirar, en la manera como pensamos los últimos ministros de Hacienda. Todos coincidimos en impedir que se despeloten las finanzas públicas y en no dejarnos tentar por el canto de pajaritos de oro.
¿Sigue creyendo que funcionan bien juntas Aduanas e Impuestos?
Sí. Las empresas, los comerciantes, tienen que manejar ambos asuntos y la unificación es coherente con eso. Si teniendo ambos temas unificados no estamos exentos de problemas, no me imagino lo que pasaría si volvieran a separarse.
¿Aún sobrelleva los efectos de haber dicho que nuestro salario mínimo es muy elevado?
En esa discusión solo me miran una pata y no las dos. Digo que el salario mínimo es muy alto y no ven la otra pata: que es muy alto para el nivel de ingreso colombiano. Compárelo con el caso de otros países y quedará claro. Cuando alguien me dice que el salario mínimo no alcanza, lo invito a pensar en todas esas personas que ganan por debajo del mínimo y que están condenadas a la informalidad.
¿Un ministro de Hacienda debe ser rico para valorar la empresa privada o pobre para estar al pendiente de las necesidades de la gente?
Ni lo uno, ni lo otro: de clase media.
¿Le han “arriado la madre” cuando se lo encuentran en la calle?
A todos nos ha pasado que nos dicen cosas duras en público. Somos un país un poquito regañón y también nos tienta aquello de la simplificación. Vivimos un mundo en el que todo tiene que caber en 140 caracteres, en los que o uno ama o uno odia. Las aguas tibias y las zonas grises son más extensas.
¿En qué invierte sus ingresos?
Hoy en día no puedo invertir en nada, ¡puro flujo!
¿De cuántos cheques es la chequera del ministro de Hacienda?
No tengo. No hace mucho usé la palabra cheque frente a unos estudiantes, y solo uno entendía el concepto, porque su papá era comerciante. Los demás, no tenían ni idea cómo funcionaba un cheque.
¿Cuál fue su primer puesto?
Vendedor de boletas en el Hipódromo de los Andes. El apostador venía, yo le llenaba la quiniela y le cobraba la plata en efectivo. La hípica no me gustaba tanto como los caballos. No sé si fue culpa mía, pero ese hipódromo quebró.
¿Habrá reforma pensional?
Sí, reforma de protección de la calidad de vida en la vejez. La idea no es quedarnos en la mera resolución de algunos problemas del régimen pensional contributivo. Los dos millones de personas que hoy están pensionadas son una parte pequeña de la población y tienen líos que hay que resolverles. Pero el gran problema hoy en Colombia es la cobertura del sistema pensional: de cada cien personas en edad de estar jubiladas, solamente veinte disfrutan de una pensión. Si no somos capaces de hacer algo y en una generación tenemos el mismo indicador, fracasamos, y nuestros hijos y nietos nos van a decir: ¡oiga, ustedes si no sirvieron para un pepino!
Está a un par de años de tener la edad de jubilación, ¿dónde tiene su ahorro pensional?
En una AFP de ahorro individual. No le digo cuál, aunque estoy muy satisfecho con ella.
¿Ya está pensando en el retiro?
Eso va a estar difícil. Me va tocar trabajar más, mucho más.
(Con información de El Tiempo)
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