Por: María Camila Bernal, Vice President Sustainable Finance and ESG Analysis and Advisory Hispanic Latam BNP Paribas
La biodiversidad, equivalente a la vida en todas sus formas y tamaños concebibles en nuestro planeta, tal como lo escribió el biólogo y escritor estadounidense Edward O. Wilson “es lo que hace que el mundo se mantenga estable«.
Y es que, en la tierra, según el último conteo realizado por la revista científica PLOS Biology, existen 8,7 millones de diferentes especies, de las cuales aún no se conocen el 86% de las terrestres y el 91% de las marinas. Sin embargo, pese a esta riqueza y variedad de vida en la Tierra, durante los últimos 40 años se ha presentado una disminución general del 52% de las especies animales, vegetales y marinas como resultado de las afectaciones en hábitats, la degradación y la sobreexplotación humana.
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Esta pérdida, entre muchas otras consecuencias, según datos de la Plataforma Científico Política Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES, por sus siglas en Inglés), se ha manifestado en el incremento a un billón de las especies en camino de extinción; la disminución de la productividad en el 23% de las tierras del mundo; la acumulación de impactos en el 66% de los océanos; la pérdida del 85% de los humedales; y la destrucción de 32 millones de hectáreas de selva tropical y el 50% de los arrecifes de coral del planeta.
Unas cifras preocupantes en la medida que la vida en la tierra solo es posible gracias a la interrelación de las especies en el marco de esa gran biodiversidad; la cual en el caso de los humanos hace posible el abastecimiento de agua, la seguridad alimentaria, la resiliencia a fenómenos extremos, entre otros medios esenciales para nuestra subsistencia.
De allí, que cada vez sea más relevante devolverle a la naturaleza el espacio que necesita para regenerarse; proteger y restaurar sus recursos y las futuras reservas naturales; y contribuir, en la medida de las posibilidades individuales, al gran reto de la supervivencia colectiva.
El sector financiero
por ejemplo, ha sido un aliado clave en la resolución de este desafío a través de la facilitación de fondos hacia actividades más sostenibles y la generación de instrumentos financieros como los bonos temáticos vinculados al medioambiente, -verdes, azules y rojos-, los cuales pueden aportar los 8,1 billones de dólares en inversión a 2050 que se requieren para salvar a la naturaleza, según datos del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente. Así como también, mediante una infinidad de soluciones que van mucho más allá de la inversión y que permiten la generación de impactos extendidos.
En BNP Paribas, particularmente, esta visión se ha reflejado en la financiación -junto con Nissan y Airbus- de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP 21), en la que se consolidó el Acuerdo de París que tiene como objetivo mantener el calentamiento global por debajo de 2 grados centígrados; el apoyo a organizaciones como la coalición de inversores Nature Action 100 la cual busca revertir la pérdida de la naturaleza para el 2030 y el Net Zero Banking Alliance (NZBA) que busca promover la carbono neutralidad; y la asociación con organizaciones como ICEBERG DATA LAB para evaluar el impacto corporativo de las empresas en la biodiversidad e identificar las acciones más beneficiosas para contrarrestar sus efectos negativos.
Así como también, a través de la creación del Fondo de Restauración de Ecosistemas mediante el cual el Banco impulsa diversas soluciones sostenibles tales como la fermentación de precisión para producir proteínas lácteas, de huevo y otros ingredientes mediante el uso de microorganismos; la agricultura celular para disminuir la dependencia al ganado tradicional; y la agricultura de interior para obtener plantaciones a escala, en interiores y libres de pesticidas. Así como también mediante proyectos de construcción basados en la naturaleza que vinculan áreas naturales en espacios urbanos.
Si algo es claro, es que hacerle frente a la pérdida de la biodiversidad requiere de medidas que sean tan extensas e interactivas como su naturaleza misma, por lo que entrelazar los objetivos financieros, las capacidades del sector y los desafíos ecológicos son un buen camino para ello.