Opinión | Financiar bien, acompañar mejor y aprender con los territorios

Para Mauricio Rosillo, vicepresidente de Negocios de Bancolombia, la confianza territorial y sostenibilidad social son esenciales para que la transición ocurra.

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Por: Mauricio Rosillo, vicepresidente de Negocios de Bancolombia

Muchas veces me preguntan, qué sectores tienen el potencial de llevar el crecimiento económico un paso adelante. Para mí el sector energético es uno de ellos, por su potencial para apalancar el desarrollo, el crecimiento económico y el bienestar en Colombia.

Durante este último año he tenido la fortuna de recorrer algunos de los proyectos más emblemáticos que producen la energía que llega a nuestros hogares. Clientes de diferentes puntos de la cadena de la energía nos han narrado sus necesidades, retos y visiones. Para nosotros más que financiar y apalancar el sector, se trata de comprender profundamente sus dinámicas y construir soluciones sostenibles junto a los actores que lo conforman.

El inicio de 2024 nos dejó una valiosa lección: el fenómeno de El Niño puso a prueba la resiliencia de nuestro sistema energético. La disminución en la generación hídrica y la volatilidad en los precios mayoristas evidenciaron las vulnerabilidades de la matriz energética del país. Si bien la recuperación de los embalses en 2025 trajo estabilidad y renovó la confianza en nuestra capacidad de adaptación, también dejó claro que seguimos siendo altamente dependientes de las condiciones climáticas.

Sin embargo, el desafío que enfrentamos va mucho más allá de lo técnico o climático. Durante años, se ha creído que la transición energética depende principalmente de infraestructura, tecnología y financiamiento, pero la experiencia reciente demuestra algo distinto: la confianza territorial y sostenibilidad social, son esenciales para que la transición ocurra.

La transformación del sector de energía también depende de nuestra capacidad de trabajar con las comunidades, gestionar rigurosamente los impactos ambientales y construir un negocio predecible para todos los actores. Cuando estos frentes se articulan, el sistema se fortalece.

En esa línea, el caso de La Guajira es ilustrativo. A pesar de contar con algunos de los mejores recursos naturales del mundo —vientos constantes de más de 9 m/s y altos niveles de radiación solar—, la demora en la entrada en operación de proyectos eólicos y solares por el retraso en la infraestructura de transmisión evidenció que sin confianza territorial la transición no avanza. La consulta previa efectiva, los beneficios tangibles en empleo local y el involucramiento de actores de la región son condiciones esenciales para que la energía llegue a los hogares y a las empresas. 

Desde el sector financiero también podemos —y debemos— aportar de forma activa a esta construcción de confianza. Ya lo estamos haciendo, estructurando proyectos con hitos sociales verificables, trazando con claridad las inversiones en comunidades y alineando los desembolsos al cumplimiento de acuerdos.

¿Por qué comprometernos con este enfoque? El desempeño ambiental se ha convertido en una ventaja competitiva. La matriz nacional seguirá dominada por la hidráulica, con respaldo térmico, mientras que la solar y la eólica aún ganan espacio. Por eso, reconocer a la naturaleza como parte de la infraestructura resulta tan importante como construir una planta. Planear para sequías, restaurar cuencas y cuidar la biodiversidad es también invertir en confiabilidad.

Las finanzas sostenibles, de igual forma, permiten traducir esas acciones en confianza, pues vinculan créditos y bonos a metas claras de reducción de emisiones, gestión del agua y protección ambiental. Esa trazabilidad genera seguridad para inversionistas, comunidades y autoridades.

Adicionalmente, para aprovechar el potencial que Colombia tiene en energías renovables hay que superar otro desafío:  el institucional. Necesitamos ejecutar mejor, superar los cuellos de botella en licenciamiento, agilizar procesos y garantizar reglas claras y estables que mantengan el interés de quienes están apostando por la transición.

Estoy convencido de que cuando un proyecto nace del diálogo social, cumple estándares ambientales exigentes y se financia con reglas previsibles, se vuelve verdaderamente sostenible en el tiempo. Esa es la ecuación de confianza que debemos multiplicar: financiar bien, acompañar mejor y aprender con los territorios. Solo así la energía, además de confiable y competitiva, será motor de inclusión y progreso para Colombia.