Por: Mauricio Rosillo, vicepresidente de negocios de Bancolombia
La vivienda no es solo un techo: es el punto de partida para la estabilidad, el progreso y la inclusión financiera de millones de colombianos. En un país donde la desigualdad sigue siendo un reto estructural, facilitar el acceso a una vivienda digna no solo es una necesidad social, sino una herramienta clave para cerrar brechas y construir un futuro más equitativo.
El panorama del sector refleja luces y sombras. Según Camacol, entre enero y septiembre de 2025 las iniciaciones de obra en Colombia cayeron 28,6% frente al mismo periodo del año anterior. Sin embargo, las ventas de vivienda y los lanzamientos mostraron variaciones positivas en ese mismo lapso de tiempo, de 12% y 13,8% respectivamente. Esto muestra que, aunque la recuperación avanza, aún es tímida y requiere de un esfuerzo sostenido de todos los actores del ecosistema.
En este contexto, el compromiso del sector financiero es fundamental. Desde Bancolombia estamos convencidos de que el acceso a vivienda no solo mejora la calidad de vida, sino que conecta a las personas con nuevas oportunidades. Entre enero de 2024 y septiembre de 2025 acompañamos a más de 91.000 familias, con $14,2 billones en desembolsos; el 61% destinados a vivienda nueva y el 56% a proyectos VIS y VIP. Gracias al programa Mi Casa Ya, 20.140 familias accedieron a subsidios que hicieron realidad su sueño de tener casa propia.
Lejos de ser una señal de agotamiento, este momento debe asumirse como una oportunidad para transformar el sector y reafirmar su papel estratégico en el desarrollo del país. La pregunta que debemos hacernos es ¿Cómo acercar a más colombianos al sueño de tener vivienda propia?
Fortalecer los esquemas de financiamiento con visión territorial es un buen comienzo. Necesitamos reconocer las particularidades de cada región y facilitar el acceso a crédito, no solo en grandes ciudades, sino también en los municipios intermedios y zonas rurales. Igualmente, debemos seguir consolidando alianzas público-privadas que garanticen la continuidad de programas como Mi Casa Ya, y que apunten a una política de vivienda de Estado, no de gobierno.
Al mismo tiempo, es fundamental diseñar productos innovadores que respondan a nuevas realidades: hogares unipersonales, trabajadores informales, jóvenes que quieren su primera vivienda o familias que buscan vivienda usada a precios accesibles, y avanzar hacia un modelo de construcción verdaderamente sostenible, que priorice materiales responsables, eficiencia energética y bienestar social en los proyectos.
Hoy reafirmamos un compromiso compartido: seguir construyendo un país donde tener casa propia no sea un privilegio, sino una posibilidad real. Porque cuando una familia accede a vivienda, gana mucho más que un espacio, gana estabilidad, dignidad y futuro.




