En medio de crecientes tensiones con Occidente y sucesivas sanciones impuestas tras la invasión de Ucrania por parte de Rusia, Moscú ha estrechado sus lazos estratégicos con Pekín.
El 2 de septiembre de 2025, durante una visita de Estado del presidente ruso, Vladimir Putin, a China, los mandatarios acordaron un ambicioso plan para reforzar la cooperación energética entre ambos países.
De acuerdo con información de CNBC, Alexei Miller, director ejecutivo del gigante energético estatal ruso Gazprom, dijo a las agencias de noticias rusas que se había firmado un memorando de entendimiento sobre la construcción del nuevo gasoducto, luego de las conversaciones entre el presidente ruso Vladimir Putin y Xi Jinping de China en Beijing.
La primera señal de esta cooperación fue la suscripción de un memorando legalmente vinculante entre Gazprom (Rusia) y la CNPC (China) para construir el gasoducto Power of Siberia 2, que deberá transportar 50.000 millones de metros cúbicos de gas al año desde Siberia —atravesando Mongolia— con un contrato previsto de 30 años.
Detalles del acuerdo energético entre Rusia y China
Además del nuevo gasoducto, el pacto incluye una ampliación de los envíos por las rutas existentes:
- De 38 a 44 bcm/año a través del gasoducto “Power of Siberia” actual.
- De 10 a 12 bcm/año mediante la ruta del Lejano Oriente ruso.
Aunque el acuerdo ya es jurídicamente vinculante, aspectos clave como precios finales, financiamiento y cronograma de construcción aún están en negociación. Se anticipa que el precio es más favorable para China que las tarifas europeas, en parte debido a menores distancias y contexto geopolítico.
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Este acuerdo reafirma el modelo de asociación de “sin límites” entre Rusia y China como alternativa a su creciente aislamiento del bloque occidental. Con Europa reduciendo su dependencia del gas ruso —y en algunos casos interrumpiendo por completo los suministros—, Rusia busca compensar esas pérdidas orientando su oferta hacia Asia.
Para China, la diversificación de su suministro energético se presenta como una maniobra estratégica: asegurarse gas asequible y estable, mientras refuerza su posición diplomática frente a Washington. Gazprom, por su parte, considera este proyecto esencial para mantener ingresos energéticos sostenibles ante la caída de sus exportaciones europeas.
Este acuerdo no solo implica una transición energética, sino que también simboliza un nuevo eje geopolítico que se consolida con base en la energía y desafiando paradigmas occidentales.