Por: Lina María Montoya Madrigal, directora ejecutiva de Interactuar
En Colombia, la microempresa no es solo un actor económico; es la base del país productivo y un motor vivo de nuestra democracia. Según Confecámaras, el 92 % de las empresas registradas son microempresas, y el DANE ha mostrado que en 2025 los micronegocios crecieron 4,7 % frente al año anterior.
Detrás de esas cifras hay miles de talleres, tiendas, peluquerías, panaderías, agroempresas, emprendimientos familiares y comercios que sostienen empleos, ingresos y bienestar en los territorios.
Esa fuerza económica, sin embargo, no siempre se refleja en la vida democrática, muchas veces por falta de información, por desconfianza institucional o por la idea equivocada de que la política no cambia nada en el día a día del negocio.
Esta es una creencia que podemos resignificar desde la voluntad, la participación y las decisiones informadas. El voto del sector microempresarial sí importa, sí cambia y sí impacta directamente en la viabilidad del sector. El voto es voz, y dejar de hacerlo es renunciar al derecho más poderoso para proteger el esfuerzo y futuro de la microempresa.
Las decisiones que toma un gobierno —cualquier gobierno— son determinantes para el entorno en el que operan los emprendedores y empresarios. No son debates abstractos: son medidas que se sienten en la caja del día, en el costo de los insumos, en la capacidad de contratar, en la posibilidad de acceder a crédito, en los requisitos para formalizarse y en la estabilidad para planear a futuro.
Reformas laborales, tributarias, de seguridad social o financieras modifican reglas del juego que inciden en los costos, las obligaciones y en la capacidad de crecimiento. No es indiferente quién gobierne ni con qué propuestas.
Las microempresas representan el 79 % del empleo formal según ANIF, pero siguen enfrentando barreras para financiación, digitalización y formalización. Los gobiernos pueden abrir o cerrar puertas. La posibilidad de elegir de los emprendedores y empresarios de la micro puede impulsar las propuestas que expandan oportunidades, no que las restrinjan.
Un tejido empresarial tan amplio debe pasar de ser un espectador pasivo a ser un actor político, lo que significa tener un rol en la construcción colectiva de las reglas que impactan a millones de personas. Y es que los empresarios de la microempresa son actores políticos porque sus decisiones tienen un impacto en el empleo, los ingresos del país y desarrollo local.
La participación ciudadana va más allá del voto, también significa informarse, preguntar, comparar propuestas, exigir transparencia y apoyar políticas públicas que favorezcan el libre mercado, la productividad, la formalización y el emprendimiento.
Tenemos grandes retos que frenan la participación ciudadana, especialmente en un sector que incide directamente en el desarrollo social y económico del país; muchos emprendedores no conocen qué propone cada candidato en materia de crédito, impuestos, formalización, empleo rural, comercio o tecnología, el día a día del negocio impide sentarse a revisar programas de gobierno o asistir a debates, los emprendedores se autoexcluyen porque sienten que su voto o su voz no cuenta o que las decisiones están lejos de su realidad.
Se debe reconocer que los mensajes públicos rara vez le hablan directamente al sector microempresarial, con su lenguaje, o conocimiento de sus necesidades y su impacto real.
Es momento de hacer un llamado a los candidatos presidenciales a que den una mirada profunda a la microempresa, que sea un tema contundente en sus propuestas de gobierno donde existan iniciativas claras, guías comparativas, un lenguaje sencillo y pedagógico relacionadas con MiPymes, para que los emprendedores puedan decidir con argumentos y no con rumores o emociones.
A la institucionalidad del ecosistema empresarial, Cámaras de Comercio, gremios, organizaciones de microfinanzas y redes de emprendedores, es el momento de que lideremos foros donde los candidatos expliquen directamente sus propuestas a este sector vital de la economía, haya conversación y se fortalezca la confianza.
El sector empresarial es más que la gran empresa como lo hemos resaltado, tenemos más de 5 millones de micronegocios, pensemos que cuando un emprendedor vota, no solo decide por sí mismo: también por sus empleados, sus proveedores, su comunidad y su cadena de valor. Reconocer ese rol puede incentivar la participación.
Y aunque sabemos que cada día de trabajo cuenta en la microempresa — porque de su esfuerzo diario dependen sus ingresos, sus clientes y sus familias—, vale la pena recordar que ese día de elecciones también es trabajo. Votar, informarse y comparar propuestas es parte del compromiso con su propio negocio.
Así como abren la puerta cada mañana, atienden a sus clientes o buscan nuevas oportunidades, participar en la democracia es otra forma de seguir construyendo empresa. Dedicar unos minutos a ejercer este derecho no le resta al trabajo: lo fortalece. Porque decidir quién gobierna también determina las condiciones en las que su empresa tendrá que operar mañana.
A los emprendedores y empresarios de las Mipymes de Colombia: ustedes sostienen buena parte de la economía nacional. Fortalecen barrios, generan ingresos, dinamizan el comercio, hacen posible la vida en los territorios. Ningún país avanza sin ustedes.
Ninguna democracia puede ignorarlos. Y ninguna elección debe pasar sin su participación. Votar es un acto de dignidad, de autonomía y de construcción colectiva. Es una decisión que protege lo que has construido y que abre camino a las oportunidades que necesitas para crecer.
Habla con otros emprendedores, piensa en tu negocio, en tus empleados y en tu comunidad. Si la microempresa eleva su voz, Colombia entera avanza.




