Son abundantes los ejemplos del impacto desproporcionado de las políticas de confinamiento en las mujeres y las niñas: un millón de mujeres en Japón abandonaron el mercado laboral cuando estalló la pandemia, en tanto que la participación del hombre en la fuerza laboral cambió mucho menos.
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En Chile, 76 % de las mujeres declararon dedicar más tiempo a las tareas domésticas desde que comenzó la COVID-19. México experimentó un 53 % de aumento de las llamadas de emergencia relacionadas con la violencia contra la mujer.
El Fondo Malala estima que 20 millones de niñas en países en desarrollo podrían no regresar nunca al aula después de los cierres de escuelas motivados por la pandemia.
Pero por más mala que sea la situación, podría haber sido incluso peor sin la intervención de los gobiernos. El Rastreador Global de Respuestas de Género a la COVID-19 de las Naciones Unidas muestra que los países adoptaron casi 1.000 medidas de política destinadas a superar los retos en materia de género; entre ellas, licencia para la mujer con goce de sueldo, protección de puestos de trabajo, más flexibilidad laboral y respaldo del ingreso o en especies para hogares vulnerables.
Los estudios del FMI concluyen que estas medidas dan resultado. Promueven el empleo femenino, lo cual, a su vez, mejora el bienestar económico de todos.
Esas políticas deberían servir de cimiento. De lo contrario, nos exponemos a secuelas a largo plazo que consolidarán la desventaja de la mujer y empañarán las perspectivas de recuperación.
Una guía para la presupuestación con perspectiva de género
Pero adoptar esas políticas no es suficiente. Su impacto puede amplificarse como parte de una estrategia con perspectiva de género coherente, debidamente diseñada, alineada con el proceso presupuestario, y supervisada y evaluada para mejorar su implementación. Esa es la esencia de la presupuestación con perspectiva de género.
Es una poderosa herramienta de los presupuestos nacionales para corregir la desigualdad de género. Integra las consideraciones en materia de género en las políticas y procesos de la gestión financiera pública.
Si bien reforzar la presupuestación con perspectiva de género es una inversión continua y a largo plazo, proponemos ideas básicas prácticas —independiente de la experiencia de cada país— para arrancar el proceso.
Ideas básicas
Primero, recoger observaciones para evaluar el impacto de la pandemia y el confinamiento en las mujeres y las niñas. Una respuesta que no tiene en cuenta la magnitud o la ubicación del problema es como arrojar un dardo en la oscuridad. ¿En qué situación se encuentran los sectores del país donde predomina la presencia de la mujer? ¿Depende más la mujer de servicios públicos que sufrieron recortes?
Presentar los hechos en un solo documento —por ejemplo, una evaluación de las necesidades en materia de género— puede concentrar la atención. ONU Mujeres muestra cómo hacerlo con rapidez. En apenas un mes, al comienzo de la pandemia, realizó esa evaluación en Ucrania basándose en encuestas telefónicas y por Internet.