La relación entre Colombia y Estados Unidos no ha estado exenta de episodios de tensión. El reciente llamado a consultas del encargado de negocios de EE. UU. en Colombia y los rumores sobre un posible retiro de visas a funcionarios del gobierno Petro, han reactivado los temores sobre un deterioro en este vínculo.
El punto más reciente se produjo el 3 de julio de 2025, cuando Estados Unidos llamó a consultas a su encargado de negocios en Bogotá, John McNamara.
La medida fue interpretada como una respuesta a las “declaraciones infundadas y reprensibles” de parte del Gobierno de Colombia hacia las políticas exteriores de Washington.
A ello se sumaron versiones que aseguraban que Estados Unidos estaría preparando la cancelación de visas a varios funcionarios activos del gobierno Petro que en el pasado formaron parte de grupos armados ilegales.
Por ahora, desde la Cancillería de Colombia se negó haber recibido alguna notificación formal y llamó al diálogo. El vicecanciller Mauricio Jaramillo afirmó que “la relación sigue siendo estratégica” y que la Cancillería trabaja para superar el impasse diplomático.
Los malestares entre Colombia y Estados Unidos
Aunque durante el gobierno de Gustavo Petro la relación con Estados Unidos ha evidenciado tensiones, en parte por el distanciamiento ideológico a Donald Trump, lo cierto es que la historia entre ambos países ha atravesado otros momentos críticos similares.
El más crítico fue el Proceso 8.000, una investigación judicial que reveló que la campaña presidencial de Ernesto Samper había recibido millonarios aportes del Cartel de Cali. Aunque Samper negó haber conocido sobre estos aportes, varios de sus aliados cercanos fueron señalados, y miembros de su círculo íntimo fueron condenados.
Desde la perspectiva de Estados Unidos, esto significó una pérdida de confianza profunda en el mandatario colombiano, a quien consideraban comprometido por intereses del narcotráfico.
Uno de los gestos más contundentes de Washington fue la revocatoria de la visa estadounidense del presidente Samper en 1996, algo sin precedentes en la relación bilateral. El Departamento de Estado justificó la medida afirmando que existían “informaciones creíbles” de que Samper había recibido fondos del narcotráfico para financiar su campaña. En 1996, Estados Unidos descertificó a Colombia como país colaborador en la lucha contra el narcotráfico, una sanción grave dentro de la política exterior de EE. UU.
Durante este periodo se congelaron temporalmente varios programas de cooperación, particularmente en temas de lucha contra el narcotráfico, asistencia militar y financiera. Washington disminuyó su participación en programas con Colombia y limitó los contactos de alto nivel con el gobierno de Samper.
También en el gobierno de Andrés Pastrana, Colombia suscribió con EE. UU. el Plan Colombia, un acuerdo de asistencia militar y antidrogas. Aunque la ayuda fue bienvenida por varios sectores, también generó incomodidad por las condiciones impuestas por Washington, incluidas certificaciones en derechos humanos, y por el enfoque militarista del plan.
Asimismo, en la administración de George W. Bush, Estados Unidos mantuvo una estrecha relación con el entonces presidente Álvaro Uribe. Sin embargo, varios sectores del Congreso estadounidense —en especial demócratas— criticaron a Colombia por los escándalos de «falsos positivos» (ejecuciones extrajudiciales) y la relación entre sectores del Ejército y grupos paramilitares. Esto provocó retrasos en la aprobación del TLC y en ayudas militares.
Por otro lado, en 2009, bajo el gobierno de Álvaro Uribe, Colombia firmó un acuerdo para permitir el uso de siete bases militares por parte de tropas estadounidenses. La medida generó un rechazo generalizado en América Latina, tensó la relación con países vecinos como Venezuela y Ecuador, y desató una controversia interna sobre soberanía. La Corte Constitucional colombiana anuló el acuerdo en 2010 por falta de aprobación del Congreso.
Durante el mandato de Juan Manuel Santos, la relación con Estados Unidos se mantuvo estable, aunque con una moderación del enfoque militar. Con Barack Obama se consolidó una etapa más diplomática centrada en el proceso de paz con las FARC. No obstante, sectores conservadores en Washington y Colombia expresaron reservas sobre la negociación con una guerrilla calificada como terrorista.
Aunque el gobierno de Iván Duque fue ideológicamente cercano al de Donald Trump, hubo diferencias estratégicas. EE. UU. expresó preocupación por el repunte de los cultivos de coca y el incumplimiento del Acuerdo de Paz. Además, las presiones de Washington para una postura más radical contra Venezuela pusieron a Colombia en una posición incómoda.
Ahora, con Gustavo Petro, el mandatario ha cuestionado abiertamente el enfoque prohibicionista de la lucha antidrogas, la presencia militar estadounidense en la región, y más recientemente, el apoyo de EE. UU. a Israel. Estas posturas han ido generando incomodidad en Washington, especialmente en sectores conservadores del Congreso.
Las próximas semanas serán clave. Mientras el gobierno colombiano insiste en que no hay una crisis formal, y en que se buscará desescalar la tensión mediante el diálogo, en Washington algunos sectores piden revisar la relación.
¿Qué dicen los analistas?
Michael Shifter, expresidente del Diálogo Interamericano y profesor en la Universidad de Georgetown, calificó la situación actual entre Colombia y Estados Unidos como “bastante grave” y sugirió que existe una disposición desde el gobierno colombiano para tensar la relación. “Creo que Petro está buscando un enfrentamiento, una crisis”, afirmó, señalando que este tipo de tensiones deben entenderse en el contexto de las elecciones en Colombia y de la inminente decisión del gobierno estadounidense sobre si ‘descertificar’ al país en materia de lucha contra el narcotráfico.
Shifter también destacó que, por ahora, no percibe un fuerte interés en Washington por castigar a Colombia, pero advirtió que el momento es delicado.
En la misma línea, María Claudia Lacouture, presidenta ejecutiva de la Cámara de Comercio Colombo-Americana (AmCham Colombia), afirmó: “En este momento estamos ante una situación delicada, pero no hay una ruptura diplomática. Es más un llamado de atención por parte del Departamento de Estado, lo que indica que no se prevén represalias comerciales inmediatas. Sin embargo, tampoco se puede descartar que se llegue a ese punto”.
Lacouture advirtió que el momento debe ser manejado con responsabilidad y diálogo: “Actualmente enfrentamos una situación que, en una escala del 1 al 10, está en un 5, pero que puede escalar rápidamente. Por eso es fundamental actuar con prudencia y utilizar los canales diplomáticos para generar un acercamiento”.