El presidente Donald Trump firmó una orden al Pentágono que autoriza el uso de fuerza militar contra cárteles de la droga en países latinoamericanos catalogados por su administración como organizaciones terroristas.
Esta medida representa el paso más agresivo en la estrategia estadounidense contra el narcotráfico, al trasladar operaciones tradicionalmente policiales al ámbito militar y habilitar acciones tanto en tierra como en alta mar y territorio extranjero.
Aumento de recompensas por Nicolás Maduro
La administración busca frenar el flujo de fentanilo y otras drogas ilegales que alimentan la crisis de adicciones en EE. UU., justificando así una escalada militar como parte de una política de “seguridad nacional” ampliada. Además, se vinculó al presidente venezolano Nicolás Maduro con redes criminales como el Cartel de los Soles —ya declarado organización terrorista— y se duplicó la recompensa por su captura, elevándola a US$50 millones.
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Fuentes como el New York Times indican que funcionarios militares ya han iniciado el diseño de posibles operaciones contra los grupos señalados, aunque los detalles siguen bajo confidencialidad. La orden abre la puerta a despliegue militar directo en terceros países, una práctica sin precedentes en la guerra antidrogas.
Especialistas apuntan que esta iniciativa implica serios desafíos legales. La ley del Posse Comitatus, vigente desde la Guerra Civil, prohíbe el uso del Ejército en labores de seguridad interna; extenderlo al extranjero plantea preguntas sobre el marco legal que autorizaría acciones militares en países soberanos sin consentimiento explícito. También se teme el riesgo de víctimas civiles y tensiones diplomáticas con gobiernos afectados.
La designación de carteles como organizaciones terroristas y la activación militar trascienden la lucha antidrogas, forman parte de un enfoque securitario que fusiona la guerra contra el terrorismo con la del narcotráfico. Políticamente, sirve como presión sobre gobiernos socios, exige mayor alineamiento en seguridad y refuerza el discurso de mano dura que caracteriza la administración Trump.