En los últimos 20 años, la porcicultura colombiana ha vivido una profunda transformación. Pasó de ser una actividad marcada por informalidad y prácticas rudimentarias, a consolidarse como un sector clave en tecnificación, sostenibilidad y crecimiento ordenado. En diálogo exclusivo con Valora Analitik, Jeffrey Fajardo López, presidente ejecutivo de Porkcolombia, destacó las claves de este proceso y los retos que aún persisten.
Porcicultura colombiana: evolución del consumo y apuesta por la calidad
Hace dos décadas, la carne de cerdo estaba rodeada de prejuicios relacionados con la salud y la higiene. “Había una enorme cantidad de mitos alrededor de su consumo. Hoy esos mitos han quedado atrás y el consumo ha aumentado significativamente gracias a una apuesta decidida por la calidad y la seguridad alimentaria”, señala Fajardo.
La porcicultura colombiana pasó de ser una actividad de subsistencia familiar a convertirse en una industria tecnificada que cumple estándares internacionales en trazabilidad. Según datos del gremio, el consumo per cápita de carne de cerdo en Colombia pasó de menos de 4 kilos en los años noventa a más de 14 kilos en 2024.
La formalización como base del crecimiento en la porcicultura colombiana
Aunque la informalidad es común en gran parte del agro colombiano, la porcicultura colombiana ha logrado avances notables en formalización. La industrialización ha limitado la producción informal a pequeños circuitos familiares, mientras que la mayor parte de la producción hoy opera bajo altos estándares técnicos. Más del 85 % de la carne de cerdo que se comercializa en el país proviene de sistemas formales y tecnificados.
En los últimos seis años, Porkcolombia ha impulsado la estrategia de “crecimiento ordenado de la producción”, en la que cada productor planifica su expansión teniendo en cuenta sus capacidades reales de comercialización. Esto ha evitado excesos de producción y caídas drásticas de precios, brindando estabilidad y mejores condiciones económicas. “Este modelo ha sido tan exitoso que otras cadenas agrícolas lo están tomando como referencia”, explicó Fajardo.
Liderazgo ambiental con economía circular en la porcicultura colombiana
Uno de los aspectos más destacados de la porcicultura colombiana es su compromiso con la sostenibilidad. El sector ha adoptado un enfoque de economía circular: aprovecha los subproductos, implementa biodigestores y convierte la porquinaza en biogás y abonos orgánicos, reduciendo así el impacto ambiental.
Porkcolombia también ha trabajado de la mano con las autoridades ambientales para diseñar planes de mejora a largo plazo. Este compromiso responde a las nuevas demandas de consumidores que valoran la producción responsable.
Asociatividad: la clave para aprovechar oportunidades
Fajardo enfatiza que la experiencia del sector en organización, tecnificación y sostenibilidad es replicable en otros subsectores agrícolas. Una mayor asociatividad, dice, abriría nuevas oportunidades de negocio y fortalecería la competitividad del campo colombiano.
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El dirigente gremial reconoce que aún quedan desafíos en materia de sanidad animal, acceso a mercados internacionales y políticas públicas más robustas que incentiven la producción sostenible. “Estamos demostrando que cuando se trabaja de manera planificada y asociada, es posible transformar el campo colombiano”, concluye.
La historia reciente de la porcicultura colombiana evidencia que detrás de los avances hay una visión de largo plazo que ha permitido cambiar la imagen del sector. Los retos que vienen no son menores: abrir mercados, blindarse en sanidad y seguir elevando los estándares ambientales. Este proceso demuestra que el campo colombiano, cuando se organiza y planifica, tiene el potencial de consolidarse como un motor de desarrollo económico y social para el país.