Los líderes de la Comunidad Política Europea (CPE), que reúne a la Unión Europea y a una veintena de países del continente, iniciaron este jueves en Copenhague una cumbre marcada por la guerra en Ucrania, la amenaza rusa y el debate sobre cómo sostener el apoyo militar y financiero a Kiev.
El encuentro se desarrolla bajo fuertes medidas de seguridad en la capital danesa, tras incidentes recientes con drones en su espacio aéreo. La primera ministra anfitriona, Mette Frederiksen, advirtió que “es justo que Rusia pague por su violación y destrucción”, al defender la propuesta de emplear activos rusos congelados para un préstamo de 140.000 millones de euros a Ucrania. Según ella, la ayuda debe verse como “una inversión en la seguridad europea” y no como un gesto de solidaridad aislado.
Zelenski presiona por la adhesión
El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, llegó a la cita con la expectativa de consolidar compromisos en torno a la adhesión de su país a la Unión Europea. Kiev asegura haber completado el trabajo jurídico requerido, pero el veto de Hungría sigue siendo un obstáculo. Ante ello, el presidente del Consejo Europeo, António Costa, abrió el debate sobre modificar las reglas y pasar de la unanimidad a la mayoría cualificada en la apertura de capítulos de negociación.
Además, los líderes explorarán un plan para crear un “muro de drones” como parte de las nuevas capacidades defensivas europeas, aprovechando la experiencia militar ucraniana.
Seguridad, defensa y tensiones internas
El programa SAFE, dotado con 150.000 millones de euros, también estará en el centro de las discusiones. Su objetivo es fomentar compras conjuntas de equipamiento militar en áreas prioritarias como drones, munición y sistemas antidrones. La Comisión Europea busca ampliar su papel en defensa, mediante una revisión anual de las adquisiciones nacionales. La idea genera recelos en potencias como Alemania o Francia, pero gana adeptos en países pequeños que reclaman mayor coordinación.
La cumbre, que reúne a más de 40 líderes, se perfila como una nueva prueba de la capacidad europea para mantener la unidad frente al Kremlin y responder a una guerra.