El reciente arancel del 50 % impuesto por Estados Unidos al café proveniente de Brasil abre una oportunidad para Colombia, valorada en cerca de US$1.200 millones, de acuerdo con un análisis de la Universidad de San Buenaventura.
Estados Unidos es el principal comprador de café verde en el mundo. En 2024, importó más de US$6.320 millones, equivalentes al 22,2 % del comercio global, según cifras de la Agencia Alemana GTAI. De ese volumen, casi el 80 % llegó desde América Latina, con Brasil como líder (35 % de participación) y Colombia en el segundo lugar (27 %), de acuerdo con el Departamento de Agricultura de EE. UU.
La decisión de Washington cambia el escenario. Mientras Colombia mantiene una tarifa arancelaria del 10 %, Brasil enfrenta un recargo que encarece su café en US$1,65 por libra, frente a apenas US$0,33 por libra para el grano colombiano. Esto supone una ventaja competitiva que, en términos de mercado, puede inclinar la balanza a favor de los productores nacionales.
Producción récord y precios en alza
El momento coincide con un repunte histórico de la producción colombiana: en julio de 2025, el país alcanzó 1,37 millones de sacos de 60 kg, la cifra más alta para ese mes en una década, según la Federación Nacional de Cafeteros.
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A ello se suma un aumento del 30 % en los precios internacionales del café arábica en la Bolsa ICE de Nueva York en agosto, impulsado precisamente por la menor oferta brasileña y el impacto del nuevo arancel.
Para Julio Enrique Duarte, decano de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de San Buenaventura y autor del informe, la coyuntura va más allá de cifras:
“El verdadero impacto de esta noticia no está en las toneladas exportadas, sino en la posibilidad de cambiar la vida de miles de familias cafeteras. Pero el reloj corre y debemos actuar ya”, señaló.
A su juicio, si Colombia no capitaliza con rapidez esta ventana, competidores como Vietnam, Etiopía y México podrían ocupar el espacio que deja Brasil.
El reto, de acuerdo con el análisis, será convertir esta ventaja arancelaria en contratos sostenibles y un posicionamiento más sólido en el mercado estadounidense. Y eso dependerá “menos de la coyuntura y más de la articulación entre Gobierno, productores y exportadores”.