La ampliación del aeropuerto internacional Jorge Chávez de Lima, uno de los proyectos aeroportuarios más ambiciosos de Sudamérica, tuvo un sello colombiano.
Desde Barranquilla salieron los 22 equipos que hoy abastecen de combustible y soporte operativo a la nueva terminal, todos fabricados por Garsite, compañía que se ha convertido silenciosamente en uno de los jugadores más importantes del mundo en la producción de vehículos y sistemas de apoyo en tierra para aeropuertos.
La empresa, ubicada en la Zona Franca La Cayena (Atlántico), fue la encargada de surtir a Exolum —firma española adjudicataria del sistema de combustible del aeropuerto peruano— con toda la flota necesaria para la operación.
Todos los equipos que abastecen el aeropuerto de Lima fueron hechos y fabricados aquí en Barranquilla. Todo ese proyecto lo hicimos acá”, aseguró Diego Corzo, presidente de Garsite Latam.
El proyecto representó, además de un reto técnico, una validación internacional para la manufactura colombiana en una industria tradicionalmente dominada por Estados Unidos y Europa, donde la entrada de nuevos proveedores está rodeada de procesos de homologación exigentes y una fuerte resistencia a productos fabricados fuera de esos mercados.
De una oficina de ingeniería a una operación global
La historia de Garsite en Colombia inició en 2016, cuando la compañía llegó bajo el nombre Proflo, como parte de un plan de expansión de Proflo Industries para atender la demanda de ingeniería en América Latina. Durante los primeros años su presencia era apenas una oficina que suministraba planos y diseño a la operación estadounidense.
El salto industrial se dio en 2018, cuando la compañía decidió instalar una pequeña planta en Barranquilla y arrancar la fabricación de equipos aeroportuarios.
En ese momento su espacio era de solo 600 metros cuadrados y el ritmo de producción se limitaba a un equipo por mes. La adquisición en 2020 por parte de Prime Fly, un grupo de inversión estadounidense, aceleró de manera definitiva la expansión, al integrarla a una estrategia global de crecimiento.

A partir de ese punto, la planta colombiana pasó de 30 a 450 empleados en un lapso de cuatro años, ocupando hoy 11.000 metros cuadrados distribuidos en tres bodegas dentro de la Zona Franca. La capacidad de producción también se transformó: actualmente fabrica entre 30 y 35 equipos al mes, lo que le permite enviar entre 250 y 300 unidades al mercado estadounidense cada año y convertirse en el tercer mayor fabricante de este tipo de equipos en ese país.
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Adicionalmente, exporta otros 50 a 60 equipos a distintos continentes, entre ellos Europa, África y Oceanía. Su entrada a la Unión Europea, particularmente a países altamente regulados como Alemania, Noruega y Suiza, fue uno de los mayores desafíos técnicos de la compañía, al igual que su llegada a Australia, un mercado en el que Garsite se convirtió en el primer fabricante de su categoría en colocar productos procedentes de Latinoamérica.
El proyecto Lima y la transformación del negocio
La operación del aeropuerto de Lima se convirtió en una vitrina global. Exolum adquirió un paquete completo de 22 equipos para cumplir con los estándares técnicos y ambientales de la nueva terminal. Algunos de ellos debían ser eléctricos, una condición exigida por la regulación peruana, lo que llevó a la planta colombiana a avanzar más rápido en el desarrollo de unidades sobre chasis eléctricos y sistemas apoyados en paneles solares.
La empresa ya venía recorriendo un camino hacia la transición energética del sector. Corzo explicó que pueden adaptar sus equipos a combustibles sostenibles como el SAF a medida que la industria adopte nuevas regulaciones, aunque por ahora el grueso del mercado mundial sigue operando con combustibles tradicionales.
El transporte de los equipos hacia Perú se realizó por los puertos de Barranquilla y Cartagena. Las unidades que caben en contenedor se despacharon desde la capital del Atlántico, mientras que los equipos de gran tamaño —carrotanques de 10.000 a 15.000 galones— debieron movilizarse por Cartagena, único puerto de la región con la capacidad operativa necesaria.
Este proyecto también confirmó por qué Barranquilla se mantiene como el centro operativo de Garsite en la región. La disponibilidad de talento calificado, la alianza entre sector público y privado, el crecimiento urbano y la cercanía a los puertos han hecho que la ciudad se posicione como un nodo estratégico para manufactura y exportación industrial.
En un negocio donde los equipos tienen una vida útil aproximada de 10 años, la compañía debe operar en ciclos globales, atendiendo renovaciones y ampliaciones en distintos aeropuertos.
Además de Lima, Garsite prepara participación en licitaciones en México, Costa Rica, Brasil y Chile, y observa oportunidades en Colombia, donde varios aeropuertos entran en etapa de modernización.
La firma cerrará 2025 con un crecimiento del 30 % en facturación, llegando a US$25 millones, frente a los US$20 millones del año anterior. También proyecta la construcción de una nueva planta industrial de 20.000 metros cuadrados para 2027, con capacidad para 600 trabajadores, ante la saturación actual de espacio en la zona franca.
Con presencia ya en los cinco continentes y como la única planta del grupo en América Latina, la operación de Barranquilla continúa consolidándose como un eslabón fundamental en la cadena mundial de fabricación de equipos aeroportuarios. La historia detrás del aeropuerto de Lima, completamente abastecido con tecnología hecha en Colombia, marca apenas uno de los hitos de una expansión que sigue acelerándose.




