Pedro Castillo: el nuevo presidente del Perú que quiere cambiar el modelo económico

Pedro Castillo, próximo presidente del Perú, quiere cambiar el modelo económico del Perú y tener una "economía popular con mercados".

Pedro Castillo gana conteo de votos de las elecciones presidenciales en Perú. FOTO: Twitter Pedro Castillo
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Pedro Castillo se impuso ante Keiko Fujimori y resultó ganador de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales del Perú, después de un apretado conteo que comenzó en la noche del domingo seis de junio, el día de los comicios.

Con el 100 % de las actas de votos contabilizadas por la Oficina Nacional de Procesos Electorales (Onpe), Castillo adelantó a Fujimori por 44.058 sufragios.

El líder del partido Perú Libre llegará a la Presidencia del país suramericano con la propuesta de transformar el modelo económico neoliberal por una “economía popular con mercados”, buscando que la economía gire alrededor de los intereses del pueblo.

Castillo es el primer presidente de la historia del Perú que llega al poder sin apoyo de ninguna élite. Su carrera la constituyó como un líder sindical y docente y estuvo respaldado por las clases sociales menos favorecidas de las zonas rurales del país.

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A sus 51 años de edad y con la primera aspiración política de carácter nacional, se impuso en la primera vuelta entre más de una decena de candidatos, favoritismo que conservó para la segunda vuelta ante una Keiko Fujimori que intentó, sin éxito, sumar los intereses de la derecha.

Pedro Castillo tiene un discurso de cambios: prevé detener las importaciones de los productos que se producen en el interior del país, revisar las explotaciones mineras en los territorios y la incidencia de las empresas extranjeras en la economía nacional.

Su discurso busca fortaleces las empresas del Estado bajo la premisa de que “la iniciativa empresarial libre no solo puede ser privada, sino también debe ser pública” y fomenta la idea de que Perú se convierta en un estado interventor, planificador, empresario, protector, innovador y regulador del mercado”.

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Durante la campaña, la cotización del dólar en el país marcó al alza frente al sol peruano, batiendo dos récords históricos, mientras que los mercados estuvieron volátiles, ante el temor que generó en la economía la posible llegada de un presidente que cambiase las reglas de juego. Ahora, el arribo de ese mandatario es un hecho.

Uno de los postulados de Perú Libre es que el Estado debe garantizar los derechos fundamentales de las personas y, para conseguirlo, tiene que “reorientar la economía”. Con ese pretexto, el partido presenta propuestas como que las empresas privadas no pueden tener exclusividad en el mercado.

“La empresa privada transnacional no debe tener el control de nuestros principales recursos estratégicos. Es necesario que el Estado tenga el control de los mismos y que la inversión extranjera devenga solo en complementaria”, dice una de las premisas del partido de Pedro Castillo.

En otros términos: el nuevo presidente del Perú considera que el sector público debe ser el encargado de explotar los recursos naturales para “vencer la dependencia extranjera, la pobreza y el subdesarrollo, creando industria y empleos”.

Si Castillo logra sacar adelante sus postulados económicos, Perú tendría leyes antimonopolios y se contemplaría la nacionalización del derecho a explotación de los recursos naturales del país. También es posible que se haga una revisión al pago de impuestos de las grandes empresas.

Actualmente la edad de jubilación en ese país se cumple a los 65 años y el próximo presidente propone bajarla a los 60 años. En su paquete de propuestas también hay otras iniciativas para fomentar el acceso a derechos de las personas más desfavorecidas, quienes, al fin de cuentas, fueron determinantes para que llegara a la Presidencia.

No obstante, el camino de Pedro Castillo para cambiar el modelo económico del Perú es difícil porque su partido, si bien es el que cuenta con más escaños en el Congreso, no alcanza la mayoría. En contraste, Fuerza Popular de Keiko Fujimori y sus partidos aliados logran imponerse ante esa colectividad de izquierda.

La segunda vuelta de las elecciones presidenciales evidenció la profunda polarización del país, con una sociedad cuyas preferencias políticas quedaron partidas, literalmente, a la mitad.

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