Malasia ha cerrado la puerta a un posible regreso de la Fórmula 1, una competición que fue una parte fundamental de su identidad deportiva durante casi dos décadas. La decisión, anunciada por la ministra de Deportes, Hannah Yeoh, se fundamenta en un claro y rotundo argumento: los altos costos que el evento generaría, los cuales no justifican su regreso.
Con una cifra estimada de US$70 millones anuales, un Gran Premio de la máxima categoría del automovilismo sería una carga financiera insostenible para el país, duplicando el presupuesto destinado a sus 20 programas deportivos nacionales.
La negativa de Yeoh es un golpe a los rumores que circularon el año pasado, cuando la agencia Reuters informó que Petronas, la gigante estatal de petróleo y gas, estaba planeando el regreso de la F1 para 2026. Esta empresa, propiedad del gobierno, no solo era el patrocinador principal del Gran Premio, sino que también ostenta los derechos de nombre del icónico Circuito Internacional de Sepang, lo que hacía pensar que su retorno era inminente.
Sin embargo, la ministra ha dejado claro que el beneficio deportivo y de prestigio no compensa la enorme inversión requerida para un evento de esta magnitud, especialmente cuando los contratos suelen tener una duración de tres a cinco años, comprometiendo al país a una década de gastos multimillonarios.
El desafío del Sudeste Asiático: una guerra de millones
El problema de Malasia no es solo financiero, sino también estratégico. En el dinámico panorama deportivo del Sudeste Asiático, la competencia por albergar un Gran Premio de Fórmula 1 es feroz. Países vecinos como Tailandia han demostrado interés, con una oferta que asciende a US$ 1.200 millones para albergar una carrera en Bangkok en 2028. Mientras tanto, Singapur ha mantenido su lugar en el calendario, renovando su contrato hasta 2028 y consolidándose como la carrera nocturna de referencia.
Se estima que Singapur invierte anualmente alrededor de US$85 millones, una cifra que demuestra la enorme inversión que otros países están dispuestos a asumir, y que Malasia simplemente no está dispuesta a igualar.
En este contexto, la decisión de Malasia parece lógica. En lugar de entrar en una costosa puja por un espacio en el calendario, el país ha decidido concentrar sus recursos en otras áreas: la ministra Yeoh reconoció la popularidad de la Fórmula 1, afirmando que “si pudiéramos permitírnoslo, sería fantástico tenerlo en Malasia”. No obstante, la realidad económica se impone sobre el deseo.
MotoGP: Un aliado más rentable y un legado consolidado
Una curiosidad interesante que surge de esta decisión es el estatus del Gran Premio de Malasia de MotoGP. A diferencia de la Fórmula 1, el país ha mantenido su lugar en el calendario de la principal competición de motociclismo de manera ininterrumpida desde 1991. En un principio, el evento se celebró en el circuito de Shah Alam (1991-1997) y luego en Johor (1998), antes de trasladarse a su sede actual en el Circuito Internacional de Sepang en 1999.
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La razón es simple: el costo de un Gran Premio de MotoGP es significativamente más bajo que el de la Fórmula 1. Mientras un Gran Premio de F1 puede costar hasta US$70 millones, la tarifa para albergar una carrera de MotoGP se estima entre US$5 y US$10 millones, lo que lo convierte en un evento mucho más rentable y sostenible para las finanzas del país.
Malasia ha logrado un equilibrio exitoso al ser sede de una competición mundial que, si bien no tiene el mismo prestigio que la F1, sigue atrayendo a miles de aficionados y genera ingresos sin comprometer el presupuesto nacional.