¿Cuánto le cuesta a una empresa estar fuera de línea por una hora?

La inactividad se ha convertido en un indicativo del desempeño de una empresa en materia operativa y la solidez de su infraestructura para soportarla.

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En la operación de una empresa, una hora no siempre dura sesenta minutos. Cuando los sistemas se detienen, ese lapso se traduce en ventas que no se concretan, procesos que se interrumpen y decisiones que quedan en pausa.

Un análisis de IBM reveló que para el 98 % de las organizaciones sesenta minutos de inactividad pueden llegar a costar más US$100.000. Este dato cobra relevancia si se tiene en cuenta que la adopción de nuevas herramientas digitales está marcando la parada en términos de competitividad. 

De esta manera, la inactividad (total o parcial) se ha convertido en uno de los indicadores más sensibles del desempeño operativo, no solo por su impacto inmediato en los ingresos, sino por lo que revela sobre la solidez de la infraestructura y la capacidad de respuesta de una empresa.

Fernando Maturana, gerente general de Gtd Colombia, explicó que, cuando se automatiza una planta, se gestiona un hospital en línea o se ofrecen servicios financieros en tiempo real, “esos milisegundos marcan la diferencia entre un proceso fluido y un fallo costoso”.

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Qué sectores están más expuestos a los riesgos de la inactividad
Qué sectores están más expuestos a los riesgos de la inactividad. Foto: Pexels Ron Lach

Los efectos de la inactividad

Para entender mejor los riesgos que este tipo de situación representa, se hace necesario introducir un concepto: la latencia

La latencia es el tiempo que tarda la información en ir de un punto a otro dentro de un sistema digital, es decir, es el retraso entre una acción y una respuesta. 

Ahora bien, Maturana destacó que en sectores como ‘fintech’, telemedicina o automatización industrial, la baja latencia y la estabilidad dejan de ser simplemente atributos deseables para convertirse en requisitos mínimos que permitan a industrias claves operar sin interrupciones. 

“Cuando la red se congestiona o el proveedor no ofrece un servicio verdaderamente dedicado, empiezan a aparecer microcortes que no siempre quedan registrados, pero que deterioran la operación de una organización”, indicó el experto.

De la misma manera, resaltó que el problema de fondo suele ser que muchas empresas siguen administrando la conectividad como si fuera una factura más de servicios públicos, cuando en realidad debería gestionarse como un activo estratégico que define la continuidad y eficiencia del negocio.

“El gran reto para 2026 será que las empresas dejen de ver la conectividad como un gasto flexible y la asuman como parte de su política de gestión de riesgos. Las interrupciones ya no sólo afectan al correo o a las reuniones virtuales: comprometen cadenas de suministro, sistemas de atención al cliente, transacciones financieras y modelos de IA integrados en el día a día”, concluyó. 

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