El riesgo de un incremento salarial superior a lo técnicamente esperado para 2026 amenaza la meta inflacionaria, según Camilo Pérez, director de Investigaciones Económicas del Banco de Bogotá, quien destacó que el ajuste de la remuneración básica podría ser del 12 % “o hasta de pronto más”, con lo que la variación del Índice de Precios al Consumidor (IPC) difícilmente bajaría del 4,5 % el próximo año.
El experto abordó también otros desafíos que enfrenta Colombia de cara al próximo año, incluyendo el déficit fiscal y las decisiones del Banco de la República en una conversación con Valora Analitik que hace parte de las entrevistas Top Finance, un proyecto producto de la alianza con Renta4Global Fiduciaria.
Arranquemos hablando de la expectativa del aumento del salario para el año 2026. Ustedes han sido muy vocales en los riesgos que eso puede representar en la inflación, ¿cuál es el argumento que ustedes han esgrimido?
Rodrigo, es muy sencillo. Los gobiernos tienden a aumentar el salario mínimo de manera más significativa en el último año de su periodo, de cara a las elecciones. Este gobierno ha aumentado en términos reales el salario en promedio un 3,5 %, por lo que, bajo una regla simplista, podríamos ver un 7 %. Tenemos un número que funcionó el año pasado y es buscar el número redondo de $1.600.000, lo que requiere un ajuste del salario del 12,4 % nominal. Este es el gran riesgo, ya que un cuarto de la inflación de Colombia depende de servicios intensivos en mano de obra.
¿Qué expectativa hay sobre ese impacto inflacionario para el próximo año cómo este podría repercutir en las decisiones de tasas del Banco de la República?
Hemos calculado que pueden ser entre 10 y 20 básicos adicionales de inflación por cada punto que se aumenta el salario mínimo por encima de lo razonable. Esto nos lleva a pensar que la inflación va a repetir el incumplimiento en 2026, el sexto año consecutivo. Si el salario se ajusta más cerca al 12 %, la inflación difícilmente va a bajar del 4,5 % el próximo año. Por obvias razones, el Banco de la República está muy preocupado.
¿Por qué hablan ustedes de un riesgo si al final la inflación de 5 % no es tan mala?
El Banco de la República ha establecido una meta del 3 % con un rango de tolerancia entre 2 % y 4 %. En ese compromiso se basa la credibilidad del Banco Central. Salirnos de esa convención es donde está el riesgo. Si nos acostumbramos al 4,5 % vamos a estar negociando con otro nivel y se vuelve la nueva convención. Generamos una expectativa mayor de inflación y la tolerancia a la inflación es muy costosa.
¿Ustedes han planteado en algún momento la hipótesis de que el banco pueda cambiar la meta?
Se ha discutido, lo han planteado los codirectores que están en la minoría de la Junta Directiva. Creo que no es el momento. Si no está cumpliendo sus metas, ¿por qué cambiarlas? El Banco de la República cometió ese error en la crisis financiera internacional de 2008-2009. Cambiar las reglas justo cuando se está jugando el partido es confuso, se pierde credibilidad y es mucho más costoso para el banco central ajustar la inflación.
¿Qué expectativa hay entonces si el salario llega a subir a $1.600.000 el próximo año? ¿Hacia dónde irían las tasas?
Es muy difícil que, bajo el escenario de riesgos planteado, el Banco de la República logre mover la tasa de interés en el corto plazo. Creemos que este año la tasa de interés cierra en 9,25 %. Será difícil ajustarla en la primera parte del próximo año, y solo hasta la segunda mitad del año podríamos tener un recorte de tasas de interés. Esto está basado en un desenlace electoral favorable, con un gobierno disciplinado fiscalmente.
Que igual sigue siendo una tasa alta si nos comparamos regionalmente…
Sigue siendo alta, sí. Lo que estamos viviendo es que la economía colombiana tiene una tasa de interés real neutral más alta. La economía se está acelerando (con un PIB del 2,7 % esperado este año y el desempleo en mínimos del siglo). Esto significa que esa tasa no está siendo tan restrictiva como lo era en el pasado, y no es un fenómeno exclusivo de Colombia, sino global.
¿Qué están viendo ustedes en crecimiento de PIB? ¿Por qué seguimos frenados?
Hay dos cosas: Colombia requiere invertir para tener un crecimiento potencial amplio. En la postpandemia, el país no ha invertido lo suficiente, especialmente en infraestructura, cuyo nivel está 30 % por debajo del prepandemia. Por la incertidumbre y decisiones en sectores como el petrolero y minero, la inversión es el 17 % del PIB. En el pico fue 24 %, lo que permitía un crecimiento del 4,5 %. Con 17 %, el crecimiento potencial está entre 2,5 % y 3 %.
¿Cómo están viendo ustedes el tema fiscal, sobre todo porque esto le mete mucho ruido a las decisiones de política pública y del Banco de la República?
Sin lugar a dudas, el principal problema que tiene hoy la economía colombiana desde el punto de vista macroeconómico es lo fiscal. El gobierno actual no quiere hacer un ajuste de gasto y las reformas tributarias no han sido fructíferas. Al final, tenemos unos ingresos que no cumplen la expectativa y unos gastos elevados. Nuestra proyección de déficit fiscal para el próximo año es algo cercano al 7 %. La falta de corrección a mediano plazo nos impide tener finanzas públicas sostenibles.
Cuando uno aterriza esto para la gente, ¿qué significa en el largo plazo que estemos teniendo un déficit tan alto?
Es muy sencillo: si la gente está pagando más tasa de interés no es por culpa de los bancos. La construcción del resto de tasas de interés de la economía dependen de muchos factores, y en el plazo, el referente es la deuda pública. Lo que está limitando que las tasas del crédito que ve la gente sigan bajando es la situación fiscal. El gobierno tiene hoy más riesgo, lo que frena que la curva de TES empiece a ceder.
Se aprobó el presupuesto general de la nación para 2026, con un componente muy importante: por segundo año consecutivo está desfinanciado. ¿Eso qué implica?
Estamos esperando una reforma tributaria para que termine de financiarse, lo cual es un error. El problema es que la construcción del presupuesto se hizo sobre el presupuesto desfinanciado del año pasado, creciendo sobre una base que no es real. La DIAN fue optimista en los impuestos, el gobierno implementó un gasto desfasado de la realidad. El problema es que la reforma tributaria viene sin ningún compromiso del gobierno de recortar gasto.
¿Cuál es el riesgo más importante que están viendo para 2026 y qué están esperando para el dólar?
El principal riesgo para el balance macroeconómico claramente es el tema fiscal. Sin embargo, el 2026 es un año electoral y hay un punto de inflexión total. Nuestra expectativa es que el dólar (en $3.800-$3.900 hoy) suba un poco hacia $4.100 a finales de año por la incertidumbre preelectoral. En el periodo electoral, esperamos que suba a $4.300-$4.400. Un gobierno fiscalmente disciplinado ayudaría a corregir a $3.900 para el cierre del próximo año, beneficiándose de una tendencia estructural de dólar global más débil.
¿Qué recomendación se le podría dar desde un análisis económico a los empresarios para sus decisiones de inversión en 2026?
Los empresarios están invirtiendo solo lo necesario que les demanda la economía, pues la actividad va bien. Los proyectos grandes están en pausa. La mejor planeación es estar preparado para un escenario desafortunado, pero tener listo el gatillo para un escenario muy favorable. Sectores como construcción, petrolero y minero están listos para despegar si las condiciones electorales van bien.
Hablemos más de la percepción de que la economía va bien, ¿qué están viendo ustedes en cuanto a ese buen comportamiento?
Tenemos una economía muy fundamental en el consumidor. Las ventas minoristas están por encima del 10 %. Los hogares tienen una dinámica muy fuerte, apoyados por un mercado laboral saludable, remesas y turismo. Los hogares no están apalancados; el nivel de crédito de consumo está por debajo del pico de la pandemia. Lo que falta es inversión; el día que se active, la economía despegará muy fuerte.
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