La FIFA, con su sistema de premios millonarios actúa como un impulsor, premiando el desempeño en el campo con fondos que, si se gestionan adecuadamente, son un «salvavidas» para la inversión en infraestructura y el desarrollo de nuevos talentos.
Este sistema de premios ha evolucionado significativamente a lo largo de la historia de los Mundiales, reflejando el crecimiento exponencial del torneo. Por ejemplo, en la Copa del Mundo Brasil 2014, los equipos que no superaron la fase de grupos recibieron US$8 millones, una cifra que se elevó a US$9 millones para los que llegaron a octavos de final.
En contraste, en el Mundial de Qatar 2022, el premio mínimo para los 16 equipos eliminados en la fase de grupos ascendió a US$9 millones, mientras que los que avanzaron a los octavos de final recibieron US$13 millones cada uno por parte de la FIFA.
Mientras potencias económicas como Alemania o Brasil no dependen de las ganancias del Mundial para su subsistencia, para selecciones con menor capacidad de inversión, el dinero de los premios es la única vía para construir academias, mejorar centros de entrenamiento y financiar programas de desarrollo juvenil que antes eran financieramente inviables.
Sin un plan estratégico, este dinero puede perder su potencial, utilizado para cubrir gastos operativos a corto plazo o bonificaciones inmediatas, en lugar de generar un legado.
Desde el primer torneo en Uruguay 1930, donde no se otorgaron premios, hasta los más de US$440 millones distribuidos en la edición de 2022, el dinero de la Copa del Mundo ha demostrado ser un motor de cambio. Para las federaciones, la diferencia entre ser eliminado en la fase de grupos y avanzar a las fases finales no es solo la gloria deportiva, sino una brecha financiera de millones de dólares que puede definir la competitividad.
Un ejemplo claro de esta disparidad de oportunidades es el premio de US$42 millones que recibió Argentina por ganar el Mundial de 2022, un monto que supera en más de cuatro veces el premio por llegar a cuartos de final en 2014.
Avanzar de fase en los Mundiales: Un “salvavidas” económico para selecciones sin historia
El caso de la Selección Colombia en el Mundial de Brasil 2014 es un ejemplo de cómo un desempeño deportivo exitoso puede repuntar la economía de un país. Al llegar a los cuartos de final, la Federación Colombiana de Fútbol (FCF) se embolsó US$14 millones en premios.
Aunque la FCF no invirtió directamente el dinero en la construcción de nueva infraestructura, el «efecto James» tuvo un impacto indirecto significativo en la industria futbolística local. Según datos de la Superintendencia de Sociedades, por primera vez en cuatro años, los equipos de fútbol profesional colombiano reportaron ganancias en 2014, con utilidades que alcanzaron los $2.892 millones.
Este logro fue impulsado por un aumento del 18,9% en los ingresos operacionales, que superaron los $355.863 millones. Equipos como Atlético Nacional, Junior de Barranquilla, Independiente Santa Fe y Once Caldas fueron los más beneficiados, demostrando cómo el éxito de la Selección generó un impulso económico que se irradió hasta los clubes locales.
La historia del fútbol está llena de casos donde el éxito en un Mundial ha sido el inicio de un proceso de transformación. Un caso notable es el de Japón en el Mundial de 2002. Aunque fue coanfitrión del torneo, su avance a octavos de final fue un hito deportivo y una gran oportunidad financiera. Una parte de los ingresos se destinó a la creación de academias y centros de entrenamiento juveniles, sentando las bases para el éxito futuro.
Hoy, Japón es un pilar constante en los Mundiales y sus jugadores se destacan en las principales ligas europeas, una clara muestra de que la inversión estratégica en la base del deporte rinde frutos a largo plazo.
Otro ejemplo es el de Ghana, que en el Mundial de 2010 realizó un histórico recorrido hasta los cuartos de final. Los premios monetarios (US$14 millones) ayudaron a la federación a mejorar la infraestructura deportiva local y a financiar programas de desarrollo para jóvenes talentos. Este impulso ha permitido que la selección ghanesa continúe produciendo jugadores de alto nivel que compiten en las ligas de Europa.
Igualmente, Costa Rica sorprendió al mundo en 2014 al llegar a cuartos de final. El dinero de los premios (US$14 millones) se utilizó para fortalecer la liga local y apoyar la formación de nuevos futbolistas, un impulso que sigue beneficiando al fútbol costarricense.
Después de su histórica participación en la Copa del Mundo de Qatar 2022, que los llevó a las semifinales, la Real Federación Marroquí de Fútbol (FRMF) recibió US$25 millones en premios por parte de la FIFA. Este monto, el mayor jamás ganado por una selección africana, fue destinado principalmente a la infraestructura y el desarrollo del fútbol base.
La FRMF ha priorizado la construcción de centros de entrenamiento, academias juveniles y la mejora de los campos de juego a nivel nacional. Estos fondos también han sido utilizados para fortalecer los programas de formación de entrenadores y la profesionalización de la liga local, con el objetivo de consolidar el éxito a largo plazo.
El gran dilema del éxito: ¿Premios o planificación?
En contraposición a estos casos de inversión exitosa, el Mundial de Rusia 2018 sirvió como un recordatorio de que los premios económicos pueden convertirse en un problema sin una planificación adecuada. La Selección de Nigeria, que fue eliminada en la fase de grupos, se vio envuelta en una disputa por la distribución del dinero de los premios. La falta de un plan claro y el desacuerdo entre los jugadores y la federación generaron un ambiente de tensión.
En lugar de consolidar un proyecto a largo plazo, los fondos se convirtieron en la causa de un conflicto interno, lo que demostró cómo los premios monetarios, si no se gestionan de manera transparente y estratégica, pueden convertirse en un obstáculo y fuente de peleas.
La historia de los premios del Mundial es también la historia de cómo las federaciones han aprendido a valorizar el éxito más allá de la victoria. Curiosamente, la FIFA no siempre ha otorgado premios en efectivo a los equipos participantes. En los primeros Mundiales el único premio para los ganadores era el trofeo.
La evolución hacia un sistema de premios monetarios comenzó a tomar forma de manera gradual, atada al crecimiento de la televisión y el marketing deportivo, convirtiendo el torneo en una máquina de ingresos global. Esto ha generado una brecha económica significativa entre los equipos participantes, donde los premios son un complemento para las grandes potencias y una necesidad imperativa para las federaciones emergentes.
Para las federaciones con menos recursos, el éxito en un Mundial es una oportunidad única que va más allá de la gloria deportiva. El premio económico es un medio para fortalecer sus cimientos, invertir en la próxima generación de talentos y asegurar un futuro más prometedor.