Seis de las organizaciones deportivas más grandes del mundo, entre ellas la FIFA, la Fórmula 1 y el Consejo Internacional de Críquet (ICC), se encuentran bajo una intensa investigación internacional debido a sus lucrativos acuerdos de patrocinio con la petrolera estatal saudí Aramco.
Esta situación se intensificó tras el envío de cartas el 15 de septiembre por una coalición de diez organizaciones de derechos humanos y climáticas y atletas profesionales. La comunicación advierte a las entidades deportivas que sus alianzas con Aramco “podrían colocarlos en violación de los estándares internacionales de derechos humanos”.
El Grupo de Trabajo de la ONU sobre Empresas y Derechos Humanos determinó que “las actividades comerciales de Saudi Aramco parecen ser contrarias a los objetivos, obligaciones y compromisos del Acuerdo de París sobre el cambio climático”.
Aramco, al ser la mayor petrolera estatal del mundo, fue responsable de poco más del 4 % de las emisiones globales de CO2 en 2023. Pese a este dato, la empresa ha invertido más de US$1.300 millones en patrocinios deportivos y casi US$200 millones en publicidad para gestionar su reputación, mientras su CEO ha pedido «abandonar la fantasía de eliminar gradualmente el petróleo y el gas».

¿Qué dicen las asociaciones deportivas al respecto?
La coalición, que incluye a Human Rights Watch y FairSquare, exige que las organizaciones deportivas justifiquen estas asociaciones. Las entidades están obligadas a responder si han tomado medidas con Aramco para abordar las preocupaciones climáticas de la ONU y si poseen procesos para revisar y finalizar los acuerdos.
Ninguna de las entidades deportivas ha respondido a estas cartas ni a las solicitudes de comentarios sobre acuerdos que suman, por ejemplo, US$100 millones anuales solo con la FIFA.
La controversia llega en un momento donde datos recientes muestran un aumento del 25 % en los días extremadamente calurosos en las principales ciudades del mundo en las últimas cuatro décadas, un impacto directo del cambio climático que afecta las condiciones de desempeño de los propios atletas.

El dilema ético: ¿Lavado de imagen o cómplices de la crisis climática?
Al asociarse con Aramco, las entidades deportivas proporcionan una plataforma de legitimación a una empresa de combustibles fósiles que se resiste activamente a la transición energética y que ha dejado claro su compromiso de expandir la producción de petróleo.
Al aceptar este capital, organizaciones como la FIFA, la Fórmula 1 y la ICC son señaladas como cómplices en el incumplimiento de los acuerdos internacionales sobre cambio climático y derechos humanos.
De hecho, la FIFA y la Fórmula 1 son signatarias del Marco de Acción Climática del Deporte de la CMNUCC y se comprometieron a alcanzar cero emisiones netas para 2040, un objetivo que contrasta directamente con sus alianzas.
Sofie Junge Pedersen, centrocampista internacional danesa, lideró una campaña de fútbol femenino que exigió a la FIFA retirar a Aramco como patrocinador. La FIFA no respondió a las preguntas, un hecho que Pedersen califica de «decepcionante».

La jugadora argumenta que la FIFA está «priorizando las ganancias económicas sobre la necesidad de proteger los derechos humanos y mitigar el cambio climático». Esta postura es crítica, considerando que el dinero de Aramco alimenta al Fondo de Inversión Pública (PIF) de Arabia Saudita, que invierte en el deporte global como en el caso de la adquisición del Newcastle United y la creación de LIV Golf.
Recomendado: Saudi Aramco compró a Primax, la distribuidora de combustibles peruana
Aramco, por su parte, se proyecta como patrocinador principal de las Copa Mundial de la FIFA de 2026 y de la Copa Mundial de Críquet T20 de 2026, consolidando su presencia a pesar de la creciente presión internacional.