Cuando se habla de derechos de imagen, por lo general se piensa en personajes mediáticos que viven de su apariencia, como pasa en el mundo del modelaje o en el cine. Sin embargo, ninguna de esas dos ramas iguala al deporte profesional, que genera un volumen de ingresos anuales que supera drásticamente las ganancias de los actores mejor pagados en Hollywood.
Esta superioridad financiera se fundamenta en el modelo de explotación de esos derechos de imagen, un activo comercial que los deportistas monetizan de forma constante, a diferencia de la retribución ligada a proyectos específicos de los actores.
Los datos consolidados de ganancias en el deporte (salario, bonos, patrocinios y acuerdos comerciales) correspondientes al periodo 2024-2025, según Forbes, establecen la magnitud de esta brecha con cifras exactas.
La suma de los ingresos de los tres deportistas más remunerados alcanzó los US$607 millones. Esta cifra contrasta con los US$254 millones que acumularon los tres actores con mayores ganancias en el mismo periodo.
Es decir, el deporte de élite registró ingresos que son 2,4 veces superiores a la suma total de las estrellas principales del cine. Esta diferencia es aún más evidente en la comparación individual: Cristiano Ronaldo, el deportista con el mayor ingreso, generó US$275 millones, superando por más de tres veces los US$88 millones que ganó Dwayne Johnson, el actor mejor pagado en Hollywood.
El listado de actores con mayores ingresos incluyó en el segundo puesto a Ryan Reynolds (US$85 millones) y en el tercero a Kevin Hart (US$81 millones). En el deporte, las tres figuras con mayores ingresos fueron Cristiano Ronaldo (US$275 millones), Stephen Curry (US$156 millones) y Lionel Messi ($135 millones).
El análisis confirma que, si bien la industria cinematográfica maneja presupuestos de miles de millones de dólares, el valor de generación de ingresos individuales en el deporte masivo es superior debido a la naturaleza de su exposición y monetización.
¿Cómo son los contratos de los deportistas por sus derechos de imagen?
La diferencia de ingresos se explica por la estructura contractual del deportista. El actor vende su talento y su presencia a un proyecto, cobrando un salario y negociando regalías por derechos de ‘streaming’ o explotación futura.
El deportista, por su parte, establece una doble relación económica: una con su club por su rendimiento deportivo, y otra, paralela e igualmente lucrativa, por la explotación comercial de su identidad.
El componente de derechos de imagen es el factor de multiplicación del ingreso. Un deportista de élite negocia estos derechos con su club y, lo que es más relevante, con marcas externas.
Los patrocinadores globales del deporte (tecnología, indumentaria, bebidas) invierten sumas de hasta US$100 millones anuales en un solo atleta, garantizando contratos de larga duración que aseguran un flujo de caja constante. Estas corporaciones pagan tales cifras porque la visibilidad del atleta es mundial, inmediata y constante, a través de ligas televisadas y plataformas sociales con audiencias de cientos de millones de personas.
Se podría decir que un deportista funciona como una plataforma publicitaria móvil y siempre activa, un activo de marketing cuantificable y constante que trasciende la producción de cualquier película.
El club también participa en la monetización. Al contratar a un deportista, el equipo exige la cesión de una parte de sus derechos de imagen para publicidad institucional y merchandising, compensando al deportista con bonificaciones sobre el salario base. Este mecanismo asegura que el deportista maximice económicamente cada aspecto de su vida pública y profesional, generando una base de ingresos incomparablemente superior a la del actor que depende del éxito de un lanzamiento de producto cultural.
El retorno de inversión y el legado empresarial
La brecha de ingresos anuales tiene una contrapartida en el ámbito del Patrimonio Neto (fortuna acumulada a lo largo de la carrera). Aunque el deportista tiene una ventana de tiempo más corta para generar su riqueza masiva, la capacidad de generar dinero permite una transición más rápida hacia el estatus de multimillonario, siempre y cuando se aplique una visión empresarial.
Personalidades del mundo del cine como Steven Spielberg o George Lucas lograron fortunas multimillonarias por ser propietarios de contenido y por la diversificación hacia la producción y gestión de estudios, asegurando regalías por décadas.
En el deporte, figuras como Michael Jordan, Tiger Woods y LeBron James siguieron un modelo similar, pero apalancándose en sus masivos ingresos y patrocinios. Jordan, por ejemplo, sigue recibiendo más de US$100 millones anuales en regalías de Nike por su marca ‘Jordan Brand’, una estructura de negocio que transformó un contrato de patrocinio en una fuente de riqueza pasiva y permanente.
Los ingresos anuales combinados de los tres deportistas principales (US$607 millones) representan el capital suficiente para financiar la producción de varios éxitos taquilleros. El presupuesto promedio de producción de una película en Hollywood raramente excede los US$300 millones.
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Otro claro ejemplo de la desproporción es Shohei Ohtani, el jugador de béisbol de los Dodgers. En el periodo 2024-2025, el valor de sus patrocinios y acuerdos comerciales superó los US$100 millones, mientras que su salario en el campo fue simbólico debido a una estrategia de pago diferido.
Este caso confirma que la monetización de la imagen de un deportista de élite puede ser más de 40 veces superior a su salario de rendimiento en un año, una dinámica comercial que no existe en el sector actoral y que consolida la superioridad económica que existe en el mundo del deporte.